cincuenta y siete

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Todavía me cuesta trabajo procesar todo lo que está pasando. Ayer era un chico aceptablemente normal y corriente, con una vida con la que, aunque no siempre ha sido así, estaba contento. Y todo gracias a Harry, quien se había encargado de darle la vuelta a mi mundo de la noche a la mañana, haciéndome abrir los ojos y darme cuenta de que la gente no vive para juzgarme.

De verdad, estaba contento con eso. Pero era demasiado bonito como para que durase eternamente, ¿no? Tenían que venir las sombras y arrebatarme mi pequeña burbuja de felicidad que tan difícil veía de conseguir hacía unos meses. Ahora sigo siendo un chico aceptablemente normal y corriente, a quien cuyo novio no recuerda.

Siento una leve presión en el corazón cada vez que el pensamiento vaga por mi mente. Harry no me recuerda. Sin embargo, no me quedan lágrimas para derramar. Creo que he llorado tanto desde el golpe en el lago que, cuando he visto la mirada vacía de Harry sobre mí, ni siquiera he encontrado la fuerza necesaria para llorar por ello. En vez de eso, he dejado que todo mi ser fuera rompiéndose en pedacitos muy pequeños dentro de mí, poco a poco y cada cual más dolorosamente. Pero, ¿llorar? Ya no puedo.

La llegada del doctor me obliga a prestar atención a lo que nos quiere decir. Seguimos siendo Riggs, Niall y yo los únicos visitantes de Harry. Ni rastro de su padre.

—He de informarles de que estamos ante un caso de amnesia postraumática —nos explica el hombre. Necesito más información acerca de eso porque es como si me hablasen en otro idioma. El doctor ve mi cara y suaviza la expresión de su rostro—. Dadas las circunstancias, no es lo peor que le podría haber pasado.

Aprieto los labios. Claro que no es lo peor que le podría haber pasado, pero eso da igual, porque al fin y al cabo algo ha pasado, y por eso estamos aquí, en la sala de espera de un hospital, ante una puerta tras la que está un chico que nunca debería haber perdido la memoria. ¿Acaso no lo entiende?

—¿Puede ser un poco más específico, por favor? —pide Niall. Sé que lo dice con buena intención, pero por su tono puedo notar que está impaciente.

—Por supuesto. Se trata de un tipo de amnesia que, por lo general, es causada por una lesión que no llega a penetrar en el cráneo. En este caso, el golpe que se ha dado en la cabeza mientras practicaba esquí acuático.

Estoy tan cansado que ni siquiera me quedan fuerzas para maldecir a Camille en estos momentos, solo para odiarla.

—La amnesia postraumática puede ir acompañada de un estado de coma del paciente —continúa el doctor—, que también se ha dado en este caso, ya que el chico ha llegado inconsciente y, según me han dicho, llevaba así desde el golpe. Este coma puede durar desde segundos hasta semanas. Afortunadamente, Harry solo lo ha sufrido durante unas pocas horas.

Afortunadamente. Otra palabra que, técnicamente, me debería hacer sonreír. Pero eso es otra cosa que no puedo hacer, además de llorar. ¿Por qué el doctor está empeñado en recordarnos que el caso de Harry es más leve que otros? ¿No se da cuenta de que, a partir del momento en que Harry deja de ser el mismo que era ayer, su estado es tan crítico como cualquier otro?

El doctor sigue con su explicación.

—También es frecuente que el paciente entre en un estado de confusión al despertar de este coma, que quizá hayan podido presenciar con sus propios ojos cuando han entrado a verlo.

Empiezo a odiar a este doctor por segundos. No puedo llorar, no puedo maldecir, no puedo sonreír. Lo único que puedo es odiar, así que mi odio crece y crece, no solo hacia el hombre, sino hacia todos en este hospital, hacia Camille, hacia el señor Styles, hacia mí mismo.

Harry no estaba en un estado de confusión cuando yo he entrado a verlo. No me ha reconocido, lo que significa que me ha olvidado. Ha olvidado lo que teníamos, el nosotros.

this is our summer | larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora