treinta y dos

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No llevamos ni media mañana cuando se pone a llover. Es la típica tormenta de verano de gotas cálidas pero fuertes, que arrecian contra el suelo como si algún dios ahí arriba estuviera realmente enfadado con nosotros. Las nubes llevan acechando desde que nos hemos despertado, pero nadie había esperado que la lluvia empezara tan pronto. Los rayos y los truenos no tardan en llegar.

La profesora de nuestra actividad actual nos ordena que vayamos rápidamente al salón donde practicamos tango, ya que allí nos reuniremos con el resto del grupo. Nos explica que, aunque ahora mismo nosotros estamos a cubierto, la mayoría de clases son al aire libre, así que se anulan todas las actividades hasta que deje de llover.

—¡Sin correr! —nos pide cuando nos empezamos a dirigir hacia la puerta—. No quiero ningún accidente.

La gente empieza a salir —todos corriendo como si no hubiera mañana, he de decir— y yo vacilo ante la puerta abierta. El sonido del agua impactando contra el suelo es mucho más fuerte de lo que había imaginado, y la cortina de lluvia que hay ante mí apenas me deja ver más allá de unos cuantos metros.

—¿Qué pasa? —me pregunta Harry cuando se sitúa junto a mí con una de sus medias sonrisas que me matan por dentro—. ¿Te dan miedo unas gotitas de agua?

Alzo las cejas dispuesto a responder, pero, antes de poder siquiera abrir la boca, Harry entrelaza sus dedos con los míos y tira de mí hacia el exterior. En cuanto mi cuerpo toca el agua, los gritos de advertencia de la profesora, que siguen sonando de fondo, quedan ahogados completamente para ser sustituidos por la furia de la tormenta. El pelo se me pega a la frente, y al principio tengo la sensación de que no puedo respirar sin tragar agua, pero en seguida me doy cuenta de que ha sido solo la impresión.

—¡Harry! —grito cuando salimos corriendo hacia el edificio adonde nos han mandado.

Él no se vuelve para mirarme, por lo que no sé si me ha escuchado. Supongo que sí, porque en su cara se abre una sonrisa. Siento que el pecho me arde, como si me fuera a explotar, aunque acabo por soltar una carcajada que me sube por la garganta cuando veo el cuadro que estamos formando.

Sin dejar de correr, llegamos hasta las escaleras que conducen adentro y las subimos rápidamente. Ya tengo la mano en la puerta cuando Harry me detiene con decisión, llevando ambas manos a mis mejillas y empujándome hacia la pared de al lado de la puerta. Pega su cuerpo contra el mío y se toma un segundo para mirarme a los ojos desde arriba. Diría que mi corazón se para en ese instante, pero la verdad es que se ha parado en cuanto me ha cubierto la cara con sus manos mojadas. Inclina la cabeza mínimamente hacia un lado y me sonríe antes de besarme.

Automáticamente, subo mis manos a sus brazos y respondo al beso como si se tratase del último que fuéramos a darnos nunca. La lluvia se mezcla con el beso, como si fuera un niño pequeño que no se quiere perder un juego por nada del mundo. No es que pase el aire entre nosotros, pero Harry se encarga de apretar todavía más su cuerpo contra el mío, y siento toda su presión sobre mí. Eso solo hace que me vuelva más desesperado por sus labios, por lo que siento una enorme decepción cuando Harry termina por separar no solo su boca, sino su cuerpo. Da un paso hacia atrás y clava su mirada color esmeralda en la mía.

—¿Entramos? —pregunta y, aunque sé que quiere aparentar tranquilidad en la voz, no puede esconder del todo su clara excitación. Yo solo sonrío y asiento.

Y es que sí, después de lo ocurrido ayer con todo el tema de mi miedo por que Harry se canse de mí y su promesa de que me va a hacer ver que sus sentimientos son sinceros, decidimos que vamos a acabar con el secreto. No es como si fuéramos a anunciar a los cuatro vientos que estamos juntos. De hecho, ni siquiera sé si estamos realmente juntos como tal. Lo que vamos a hacer es dejar de escondernos si queremos besarnos, como ahora, por ejemplo. Nos cogeremos de la mano si así lo deseamos, nos sonreiremos, e incluso diremos la verdad si alguien nos pregunta. Simplemente, lo llevaremos con naturalidad.

La sala está llena de gente y ni siquiera estamos todos. Nos explican que los pequeños han ido al salón de teatro para poder repartirnos mejor. Se ve que, cuando hay tormenta de verano y hay que interrumpir las actividades, lo que se hace en el campamento es un día de películas. Ya han encendido un proyector que alumbra hacia la pared blanca de encima del pequeño escenario desde donde el señor Lee dirige el tango.

—Sientense como quieran —nos dice Sonrisa Emocionada, que ya está aquí—, pueden ocupar todo el suelo.

De nuevo, Harry me toma de la mano y me aparta del centro de la multitud llevándome hacia el fondo del aula. Cuando llegan los últimos y apagan las luces de la sala para dar más ambiente de cine, Harry se apoya contra la pared y se desliza hacia abajo, hasta que queda sentado. Desde su posición, me mira expectante, preguntándome con los ojos si me voy a sentar con él, cosa que hago. De hecho, no me siento a su lado, sino entre sus piernas, con la espalda contra su pecho.

Veo a Niall en una posición similar con Shawn en la pared del lateral, y no puedo evitar sonreír. Justo antes de que las primeras imágenes de la película aparezcan en pantalla, muevo la cabeza para mirar a Harry y le doy un suave y corto beso en los labios. En seguida se encarga de rodearme la cintura con los brazos y apoyar la barbilla sobre mi hombro mientras dejamos que La búsqueda, de Nicolas Cage, comience ante nosotros.

Quiero prestar atención a la película, de verdad que quiero, pero quizás el hecho de que ya la he visto dos veces no me deja hacerlo. O puede que el verdadero motivo sea la peligrosa proximidad de Harry. Me centro en el roce de su mejilla contra la piel de debajo de mi oreja y siento un escalofrío que me recorre toda la columna vertebral. Definitivamente, se trata de la proximidad de Harry.

Sin ser realmente consciente, mis manos buscan las suyas, que siguen descansando sobre mi abdomen. Las coloco con delicadeza encima y miro hacia abajo para ver cómo mis pequeñas palmas no llegan a cubrir las suyas ni de lejos. Sonrío para mí y Harry separa sus dedos para encajarlos con los míos. Y entonces me doy cuenta de que no hay forma en que la película se convierta en mi proridad en estos momentos.

Con un movimiento ágil, giro medianamente el cuerpo —no solo la cara— para que me sea más fácil besarle. No es igual de apasionado que el beso de antes de entrar, pero tampoco se trata de una caricia. Si Harry está sorprendido por esta muestra de afecto tan repentina, no lo demuestra. Es más, él es el primero en separar los labios para poder recorrer los míos con su lengua. Cada vez que hace eso, siento que me voy a volver loco. No lo aguanto más y abro la boca rápidamente para que su lengua deje de pasearse sobre mis labios y se encuentre con la mía. Como siempre, sabe a vinagre y sal, y vuelvo a tener la sensación de que este simple hecho consigue que el beso sea todavía mejor de lo que ya es.

Doy gracias a que las luces estén completamente apagadas y que la única iluminación provenga de la pantalla ante nosotros. También, al hecho de que estamos en la pared del fondo, por lo que solo
si alguien se gira podría pillarnos. Sé que hemos quedado en no escondernos, pero tampoco es como si de un día para otro haya superado mi corte y ansiedad en este tipo de situaciones.

Unos minutos más tarde, ni siquiera mis piernas están en dirección de la película. Sigo entre las rodillas de Harry y, aunque no estoy completamente de cara a él, solo me falta un poco para estarlo. Mis manos se han movido hasta su cuello y mis ojos siguen cerrados mientras dejo que me bese. Cada uno de los besos es como alargar los brazos hacia el cielo y tocar las nubes, frescas y esponjosas al tacto. Me siento vivo, como si sus labios despertaran hasta el último de los sentidos en mi interior y estuviera en un constante estado de alerta, aunque relajado al mismo tiempo. En la vida habría imaginado que besar a alguien producía esta sensación tan maravillosa. Aunque, solo quizás, no se trataba de besar en general, sino de besar a Harry.

Entre beso y beso, recorro un camino de húmedas caricias a lo largo de la mandíbula de Harry hasta llegar a su cuello. Lo noto tensarse contra mí cuando me dentengo en un punto en conreto al lado de su clavícula y no puedo evitar sonreír contra su cálida piel. Antes de devolver los labios a su boca, me detengo un momento a la altura de su oreja.

—Espero que ya hayas visto la película —susurro con diversión en la voz—, porque algo me dice que ahora mismo no es que te estés enterando de mucho.

Me aparto de su oreja para poder mirarlo a la cara y ver su reacción. Harry parpadea muy seguidamente y abre la boca como si le faltara el aire para respirar. Con una sonrisa por haberlo dejado sin palabras, niego con la cabeza y vuelvo a juntar mis labios con los suyos.

Finalmente, solo vemos los últimos cinco minutos de la película.

this is our summer | larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora