cincuenta y cuatro

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Dos semanas. De las ocho semanas que dura el campamento, ahora solo quedan dos, y aunque antes de venir jamás pensé que diría esto, no quiero que llegue el día en que terminen estos dos meses de verano. Al principio pensé que serían una tortura; casi sesenta días en un lugar apartado de mi preciada civilización, sin internet, series, ni apenas libros. Por no hablar del hecho de que socializar no es lo mío.

Y no voy a mentir, el principio fue duro, aunque todo mejoró cuando conocí a Niall y me hice su amigo, al igual que de Shawn y de Zayn. Por otro lado estaba Harry, el pretencioso y arrogante chico popular del campamento, aquel a quien todos adoran porque quieren tenerlo de su lado o, en el caso de personas como Megan, entre sus piernas. Si alguien me hubiera dicho que me enamoraría de ese idiota, me habría reído en su cara.

Pero sí, así es, estoy perdidamente enamorado de él, y nunca antes había sentido algo así, por lo que todavía me cuesta entender algunos sentimientos que hay en mí. Aún no controlo los celos, por ejemplo, aunque tras el episodio de Megan me he dado cuenta de que ya sé identificarlos, al menos. También sé lo que es no poder dormir porque tu mente no deja de darle vueltas a la imagen de la sonrisa que te saca la tuya propia, a sus ojos y a la sensación de sus manos sobre tu piel.

Lo sé, parezco un tonto enamorado. Aunque no es que lo parezca; lo soy. Y por primera vez, además. Así que creo que me merezco ser cursi por una vez.

Después de desayunar, volvemos a las cabañas para lavarnos los dientes y dirigirnos a las que serán las últimas actividades del campamento. Incluso eso me da pena, ya me he acostumbrado a los días de no parar de un lado para otro y no los quiero dejar atrás. Voy al baño con Niall, y en la entrada nos encontramos con que la bruja de Megan y unas amigas suyas.

Megan me mira por encima del hombro y esboza una sonrisa que, aunque ya le he visto mil veces antes, nunca me había dejado tan petrificado. Es como si el mismísimo gato de Alicia se hubiera asentado en su boca, pero acompañado del diablo.

Entonces, como si yo no estuviera ahí, se pone a hablar con sus amigas.

—Fue un beso increíble —dice ella mientras se retoca el maquillaje. ¿Quién se maquilla para meterse en la piscina y hacer deporte? Megan, claro—. Creo que ha valido la pena esperar al momento indicado.

Suelto un bufido. Por el rabillo del ojo miro a Niall, que ya me está observando con ojos tranquilizadores; diciéndome con ellos que no debo dejar que las palabras de la arpía me afecten. O eso es lo que creo que intenta decirme, así que inspiro profundamente y sigo a lo mío, dirigiendome hacia la puerta del baño de chicos. Pero es difícil, sobre todo cuando Megan parece haber decidido no cerrar su bocaza.

—Fue después del juego en la piscina —aclara cuando una de sus amigas le pide que les cuente los detalles de cómo pasó—. Harry estaba frustrado porque no habíamos ganado la carrera, así que cuando lo vi tan desolado —¿Desolado? ¿En serio? Ni que hubiera estado deprimido— me acerqué un poco a él para preguntarle si estaba bien y lo siguiente que sé es que nos estábamos besando.

Las amigas de Megan sueltan suspiros de admiración y piden más detalles. Yo ni siquiera me doy cuenta de que, si aprieto un poco mas los puños, me clavaré mis propias uñas en la palma de la mano.

—Bueno, ya saben, no fue muy largo —contesta Megan en voz considerablemente más baja que antes cuando le preguntan que cuánto duró el beso—. Pero fue un instante perfecto. Los dos lo estábamos deseando, eso está claro. Sinceramente, creo que ese beso puede dar pie a algo más entre nosotros.

Con eso tengo bastante. A continuación, me doy vuelta con más fuerza de la necesaria para dirigirme a Megan y mirarla como si estuviera intentando clavarle agujas con los ojos.

this is our summer | larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora