veinte

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Las cocineras se me quedan mirando cuando ya solo quedamos Harry y yo en el comedor. Una de ellas lleva una escoba en la mano y la otra, un cubo con múltiples esponjas y estropajos que en seguida pasarán a nuestras manos.

—Harry, ¿ya estás arrastrando a tus amigos a los castigos contigo? —pregunta una de las dos.

Parece mentira, pero no hay maldad o reproche en su voz, solo curiosidad. Me imagino que Harry ya debe conocer a las cocineras más que a algunos de los monitores del campamento de las veces que lo habrán castigado.

—Él no es mi... —empieza Harry, pero en seguida se detiene—. Da igual. ¿Qué tenemos que hacer hoy? ¿Lo de siempre?

—Barrer el suelo, limpiar las mesas, recoger el bufet y fregar los cacharros de la cocina —contesta la otra cocinera—. Luego vendrá alguien para asegurarse de que lo hayan hecho todo y a llevarlos a la oficina de administración donde nos han dicho que seguirán el castigo.

Harry y yo asentimos y ellas nos entregan el material de limpieza. Justo antes de salir por la puerta, se giran a mirarnos.

—Que les sea leve, chicos. Portense bien.

En cuanto nos quedamos solos, miro a Harry alzando una ceja.

—¿Se puede saber cuántas veces te han castigado? —pregunto.

—Este año es la segunda —me contesta simplemente—. Durante toda mi vida... no sabría decirte cuántas. Bueno, ¿te parece bien si tú barres y yo limpio las mesas?

Me encojo de hombros y le quito la escoba de las manos antes de dirigirme hacia una esquina del comedor para empezar por ahí. Barro lo mejor que puedo, pero no se puede negar que esto no es lo mío. Cuando Harry acaba de limpiar las mesas, se acerca hasta mí para ver qué tal voy. Nada más sentirlo detrás de mí, me giro para mirarlo y me doy cuenta de que no solo ha limpiado todas las mesas, sino que también se ha encargado de recoger el bufet de las ensaladas y de llevar todos los cacharros al fregadero.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunto sorprendido—. Prácticamente has recogido todo y yo solo he barrido la mitad del comedor.

Harry ríe y me toma de la mano para llevarme hasta una de las mesas. Siento como si el corazón estuviera a punto de pararse en mi pecho cuando noto su mano sobre la mía, pero lo disimulo lo mejor que puedo. ¿Pero qué me está haciendo este chico? ¿Por qué hace que me ponga tan nervioso cuando estamos
tan cerca? Harry pone sus manos sobre mis hombros y me apoya contra la mesa. Se queda delante de mí mientras yo tomo impulso y me subo a ella para quedarme sentado, con las piernas colgando.

—Yo acabo de barrer y luego vamos a fregar los platos, ¿te parece? —me dice cogiendo la escoba.

En seguida me pongo de pie de golpe y lo miro con los ojos muy abiertos.

—Ah, no, no. Tú ya has hecho suficiente, yo acabaré de barrer.

—Vamos, Louis —me frena Harry—. Yo he sido el que te ha convencido para ir en el boogie, tú no tienes la culpa y en realidad no deberías estar aquí. Déjame al menos barrer, que por lo visto no se te da nada bien.

Tanto Harry como yo miramos los montones que he ido haciendo en el suelo sin mucho arte. Suelto un bufido, pero finalmente me resigno y me vuelvo a sentar sobre la mesa donde estaba antes. Sin perder tiempo, Harry se pone a arreglar el destrozo que he hecho y yo simplemente me dedico a mirarle. Solo cuando me detengo a pensarlo me doy cuenta de que tengo una sonrisa dibujada en el rostro mientras lo observo. Me paso una mano por la cara antes de que él mismo me mire y me vuelvo a quedar serio.

this is our summer | larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora