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–¿En serio Caleb está con esa? –dijo Kris algo más alto de lo que debería. Por lo visto, no conocía demasiado bien el término discreción.

–Eso parece. En fin, son tal para cual –le contesté yo, con más veneno en las palabras del que pretendía.

–Wow, su vestido no deja absolutamente nada a la imaginación –se rió Kristen. En ese sentido, era agradable estar con ella. No era políticamente correcta, y a veces me gustaba que no lo fuera. La April buena quería un descanso.

Y la verdad es que Kristen tenía toda la razón: el vestido de Rebecca era prácticamente inexistente. No era que no lo aprobara, cada cual a lo suyo. Pero el caso es que estaba cogida del brazo de Caleb. Y entonces, cualquier elección que hiciera, por pequeña que fuera, era importante. Y a mí, ¿qué más me daba que estuviera con Caleb? Ya lo habíamos dejado claro esta mañana, cada uno por su lado. ¿No?

Pero por alguna razón no estaba del todo convencida. ¿Ahora la celosa era yo? Pero, ¿por qué justamente tenía que ser Rebecca? ¿Y Rebecca no estaba enamorada de Adrien?

Adrien. Mi pareja aquella noche, y la persona en la que debería de estar pensando.

–¿Ves a Adrien? –le pregunté a Kris, quien acababa de coger dos copas de vino–. ¿Dos?

–Una es para ti, boba. Pero no descarto la opción para más tarde. Y no, no veo a tu bomboncito.

Suspiré. No quería mirar, pero la vista se me iba irremediablemente hacia donde estaba Caleb con Rebecca, y deseé que Adrien estuviera allí, aunque sólo fuera para que Caleb nos viera. Al instante me sentí mal por pensar en ello, pero no podía evitarlo. 

–Estás absolutamente preciosa –dijo una voz aterciopelada en mi oído, poniéndome los pelos de punta. Reconocería aquella voz en cualquier parte. El desconocido me pasó los brazos por la cintura, girándome y dejándome de cara a él. Y entonces, no se me volvió a pasar otro por la cabeza que no fuera Adrien.

–Tú tampoco estás nada mal –me mordí el labio, mirándole de arriba a abajo. 

La verdad era que Adrien estaba guapísimo. Ya lo era de normal, pero aquel traje le sentaba a la perfección, como si hubiera sido diseñado en exclusiva para él, completamente a su medida. Se me pasó por la cabeza que nadie debería llevar traje si no le sentaba así de bien. –¿Me concedes un baile, mademoiselle? 

Miré de soslayo a Kris, quien me guiñó el ojo en señal de aprobación, alentándome a bailar con él. Me imaginé lo que diría si no estuviera delante Adrien, algo así como «Ves y cómete a ese bombón». 

Dejé que Adrien me llevara al centro de la pista de baile, donde pude tener una vista panorámica de todo el lugar. Si de normal parecía incluso siniestro, aquel día brillaba hasta el suelo. Los de decoración –incluída yo– habían hecho un buen trabajo. Largas cortinas doradas y rojas colgaban desde el segundo piso, dejando espacios de intimidad en los pasillos que se formaban a los lados. Preciosos sofás de terciopelo color burdeos reposaban en las esquinas, y una barra enorme de bebidas ocupaba prácticamente la parte izquierda del salón. Si no fuera porque era prácticamente imposible, diría que la decoración se asemejaba a mi sueño de Anna Karenina.

Bailamos durante varias canciones, algunas con más ritmo y otras más lentas, en las que parecía que se me fuera a parar el pulso de lo cerca que estaban nuestros rostros. Nos reímos y Adrien no pareció demasiado enfadado cuando le chafé un poquito el pie, y comenzaba a pensar que había sido una estúpida por no haber querido asistir al baile antes. Kristen estaba bailando con Isaac cerca nuestra, y en una marcha ligera incluso bailamos los cuatro. Cambiamos las parejas, y bailé tanto con Isaac como con Kristen, quien fingía de vez en cuando que se le caía la mano para rozarme una nalga. Yo me reía y le quitaba la mano, haciéndome la ofendida, pero me lo estaba pasando genial gracias a ellos. 

SHADOWHILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora