Yo me quedé ahí plantada, con su americana en los hombros, pensando en qué acababa de pasar. Prácticamente, Adrien acababa de decirme que sabía que yo sentía cosas por Caleb –algo que yo me había esforzado en ocultarme hasta a mí misma–, y lo peor, era que parecía que eso le hubiera dado más ganas de estar conmigo, como si fuera una especie de juego.
Y todo aquello, sin contar el beso.
Menudo beso.
No podía negar que lo que sentía por Adrien era fuerte, pero... Exacto, había un "pero" en la ecuación que no debería de estar, y aquel "pero" era Caleb. ¿Qué era lo que me gustaba tanto de él? ¿Me atraía el amor-odio que teníamos?
Me apretujé en la chaqueta de Adrien, que por supuesto olía a él. Me sentía tan... protegida allí, tan segura. Casi como si estuviera con él. Con Caleb era más... incertidumbre, un no saber por dónde iba a salir cada día. Y sí, era emocionante, pero no sabía si era realmente lo que yo quería. ¿Qué tipo de relación buscaba yo? ¿Era muy pronto para hablar de amor? Desde luego, pero... Allí estaba la cuestión. ¿Iba a volverse más fuerte? Sólo podía esperar, esperar y darme tiempo para aclararme.
Decidí que era sencillamente muy pronto como para continuar pensando en estas cosas, y que probablemente era algo momentáneo. No sabía si intentaba retrasar el momento de afrontar todo aquello, pero me daría el gusto de hacerlo, por lo menos, hasta después del baile. Sin embargo, una chispa de felicidad burbujeaba dentro de mí, pensando en el beso. Me descubrí sonriendo sin querer, y pensé que ¿qué tenía de malo aquello? ¿Por qué tenía que pensar tanto las cosas? Ya era hora de darme un respiro.
Volví dentro, casi andando en una nube, buscando con la mirada el cabello rubio de Adrien. Por lo menos, quería devolverle la americana. Y luego... luego, ya se vería. No había ni rastro de Adrien, pero sin embargo Kris me encontró a mí.
–¿Dónde estabas, eeh? –dijo, alargando las palabras–. Estabas dándote cariñitos con Adrien, eeehh –continuó, cada vez hablando más alto.
–¡Calla! Que se van a enterar todos –le tapé la boca, riéndome. Al ver que no lo desmentía, abrió los ojos como platos y se le escapó una carcajada. Su cara fue todo un poema.
–Así que sí, ¿eh? Y tú haciéndote la estrecha –y dijo, intentando imitar mi voz–: Ay, no, Kris, no quiero ir al baile. Nadie me quiere...
–Yo no he montado tanto drama –me reí–. Y ahora, cálmate, que creo que te has pasado con el vinito.
–Pues a ti no te vendría mal alguna que otra copa más, ¿sabes? –bromeó.
–Está bien, ahora voy a por una más si me prometes que tú no bebes más. Por dios, te he dejado sola diez minutos y ya vas borracha. Eres todo un peligro.
–Entendido, mamá –dijo, sentándose en uno de los sofás. Le hizo ojitos a un chico que estaba sentado allí también–. Yo me quedo esperándote aquí con este mozo.
–No tardaré.
–¡No te preocupes! Yo estoy genial -dijo, acercándose al pobre chico.
Me reí y me dirigí a la barra. Pedí otro champán, aún con la americana de Adrien sobre mis hombros.
–Siempre aquí, ¿eh? –dijo alguien a mi lado. Me giré, sin terminar de reconocer la voz. Era Steve. Me sorprendió tanto que se hubiese acercado a hablarme que me quedé unos segundos pensando qué contestarle.
–Bueno, hay que aprovechar, supongo –dije por fin.
–Eso desde luego –pidió lo mismo que yo, y mientras esperaba a que se lo pusieran, se me quedó mirando de un modo demasiado extraño. ¿Sería muy descortés que me fuera de allí? Estaba algo incómoda, pero mientras pensaba en una despedida que no sonara del todo borde, él habló.
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SHADOWHILL
Teen FictionTras la repentina muerte de su hermana en extrañas circunstancias, April se ve obligada a ingresar en la academia Shadowhill, donde descubrirá que toda su vida se basaba en mentiras. Nada volverá a ser lo mismo. Ya habían pasado tres años desde La...