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- Chicas, necesito ir a la biblioteca, a buscar información para el trabajo de literatura. ¿Venís? -les pregunté, al terminar de comer.

- Yo no -dijo Sophie-. Otro día como el de ayer y creo que muero. Iré a pasearme por el jardín, a ver qué está haciendo mi hombre.

- Yo te acompaño -se ofreció Dana-. Además, tengo que ponerme al día con los deberes.

Cuando llegamos a la biblioteca, cogimos sitio en unos pupitres grupales. Yo no podía dejar de admirar la biblioteca. Como había dicho Adrien, cada vez encontraba algo nuevo.

- ¿Sabes? Ahora mismo hecho muchísimo de menos internet. ¡No hay absolutamente nada de información sobre esto aquí!

- ¡Ah! Es verdad, ¿cómo llevas la desconexión digital? -me preguntó.

- Bueno, a decir verdad, pensaba que iba a ser peor. Sencillamente, tengo tantas cosas que hacer que apenas pienso en eso. Aunque siempre tengo la sensación de que me dejo algo, a veces incluso meto la mano en los bolsillos de forma inconsciente... pero bien.

- ¡Casi se me olvidaba! Verás, pese a lo estrictos que son, sé de buena tinta que hay varios ordenadores aquí. De hecho, hay varios en una sala de la biblioteca, aunque claro, está cerrada y sólo se le permite la entrada a los alumnos más aventajados o profesores. Pero mira, allí está la bibliotecaria -dijo, señalándome a una mujer joven con la cabeza-. A lo mejor, si le haces la pelota, te deja usarlo para buscar lo que tengas que buscar.

- Voy a ello -le dije, levantando el pulgar.

Me acerqué a la chica. Era tan joven que casi podría confundirla con una alumna. Debería estar rondando la treintena, y era muy guapa.

- ¡Hola! -le dije, susurrando-. Soy April.

- ¡Hola April! -me dijo, sonriente-. Yo soy Veronica. ¿En qué te puedo ayudar?

- Verás -comencé, balanceándome entre los pies-, he escuchado por ahí que hay una sala secreta con ordenadores... Y me preguntaba si podría utilizar uno, durante unos pocos minutos, para buscar información sobre un trabajo.

Veronica torció la boca y me miró pensativa, seguramente dudando de si debía dejarme uno de sus preciados ordenadores o no.

- ¿De qué es el trabajo? ¿No has encontrado información en la biblioteca? -me preguntó-. Tal vez yo te pueda ayudar...

- Es para literatura, sobre las novelas del siglo XIX. He escogido Anna Karenina.

Su semblante pareció iluminarse.

- ¡Oh! Me encanta esa obra. Tienes toda la razón, hay muy poca información sobre ese libro por aquí, así que supongo... bueno, no le hará daño a nadie si te dejo usar un poco el ordenador...

- ¡Muchas gracias! -le dije rápidamente, para que no cambiara de opinión.

Se llevó un dedo a los labios, pidiéndome silencio, y sacó un manojo de llaves del cajón de su mesa.

- Ven por aquí -me indicó.

Cuando pasé por al lado de Dana, me miró y levantó las manos, preguntándome silenciosamente. Como toda respuesta, volví a levantar los pulgares y sonreí de forma exagerada.

Veronica y yo atravesamos la biblioteca hasta llegar al fondo, sitio que yo aún no había explorado y donde habían puertas que prácticamente se mimetizaban en el entorno.

- Aquí es -dijo, eligiendo una llave e introduciéndola en la casi invisible cerradura.

Entramos en una pequeña sala donde habían dos ordenadores. Sin embargo, parecían incluso del siglo pasado. Menudos armatostes. Pero bueno, eso era mejor que nada. Le sonreí, dándole las gracias, y me dispuse a buscar información.

SHADOWHILLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora