Cuando amaneció, Caleb aún estaba ahí tendido, durmiendo. Me dolía la cabeza horrores, y fui de puntillas al servicio a lavarme la cara. Me pasé los dedos por el pelo, intentando domarlo –sin mucho éxito–, y me lavé los dientes. Por suerte, aquel día era sábado y no tenía ninguna obligación académica. Pero aún no sabía cómo enfrentarme a los sucesos de la noche anterior. A la luz del día, todo estaba más confuso aún, y era como si el sol me estuviera apremiando a lidiar con todo aquello. Yo sólo quería meterme en la cama y hacer como que no había ocurrido nada, pero no fui lo suficientemente rápida, ya que comencé a escuchar ruidos en la habitación donde Caleb se estaba despertando con un bostezo.
–Buenos días –dijo al verme, con una sonrisa.
–Hola –le contesté yo. Hice malabares para pasar por donde estaba Caleb y subirme a mi cama, donde me sentía más segura.
–¿Cómo estás?
–Regular. Quiero decir, si no pienso en anoche, es como si sólo tuviera una resaca ligera. Y si pienso en lo de anoche, digamos que no quiero volver a salir de la habitación.
Él se acercó a mí y me sujetó con firmeza la mano, acariciándola.
–Eh, April. Todo va a salir bien, ¿vale? –me miró a los ojos–. Te lo prometo.
Yo asentí, porque no había mucho más que pudiera decir.
–Voy a cambiarme –dijo señalándose la ropa, pues había dormido con su traje y ahora estaba completamente arrugado–, y vamos a desayunar. Espérame en veinte minutos en la puerta del comedor, ¿vale?
Volví a asentir, viendo cómo Caleb desaparecía por la ventana.
Me quedé allí, sentada unos instantes, pensando en qué hacer mientras le esperaba. Así que comencé a recoger las mantas y la cama improvisada que habíamos fabricado la noche anterior. Me duché y al salir me encontré a Kris.
–¿April? ¡No me rehuyas! Que sé que tienes muchísimo que contarme –dijo, cuando intenté evitarla yéndome a mi habitación. No sabía muy bien por qué me estaba escabullendo, pero no estaba completamente preparada para tener una conversación de chicos con Kris.
Ésta se coló en mi habitación, y, al ver que yo no estaba de humor, me preguntó por ello.
–¿Estás bien, April? Perdona si no quieres hablar de ello, no quiero presionarte. Pero cuando ayer, después de que me dijeras que habías estado liándote con tu francés y luego Dana me dijo que te habías ido con Caleb, flipé completamente –dijo, con una sonrisa cómplice, esperando que le contestara con el mismo gesto, como siempre hacíamos. Pero al ver que yo me hundía más, dijo–: ¿Qué pasa de verdad, April?
Suspiré y, como si hubiera estado esperando para soltarlo todo, le conté absolutamente toda la noche, desde el beso con Adrien hasta lo sucedido con Steve, pasando por mis sentimientos por Caleb. La cara de Kris variaba entre todas las emociones posibles, pero cuando llegué a lo de Steve, explotó.
–¡Será hijo de puta! –exclamó–. Como me lo encuentre va a enterarse, no hay cosa que me dé más rabia. Tienes que contárselo a Tabatha, April, y que le expulsen. Ese cerdo tendría que estar entre rejas.
–Lo sé, Kris, pero... Me da miedo –y lo peor, es que así era. Sentía miedo de él, me sentía sucia, me sentía mal por Sophie... Y no sabía cómo manejar todas aquellas emociones. Desde luego, tenía que contárselo a Tabatha, era lo correcto, pero entonces, ¿por qué estaba tan nerviosa?
–¿Y Sophie? –le pregunté, tímidamente. No entendía muy bien por qué, pero me sentía como si la hubiera traicionado. Esto no tenía ningún sentido, obviamente, y yo lo sabía, pero no podía evitar sentirme así.
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SHADOWHILL
Teen FictionTras la repentina muerte de su hermana en extrañas circunstancias, April se ve obligada a ingresar en la academia Shadowhill, donde descubrirá que toda su vida se basaba en mentiras. Nada volverá a ser lo mismo. Ya habían pasado tres años desde La...