CAPÍTULO 3

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3 meses después...

Los meses en el Reino había pasado volando, desde la llegada de los príncipes en otoño y desde entonces, el invierno había llegado. La princesa y el mayor de los hermanos ingleses seguían con el mismo ritual para conocerse, a pesar de todo, los sentimientos no hacían cambiar a la princesa. Sí, tal vez había cogido cariño a Rafa, como ahora le llamaba, pero su cariño no se asemejaba a lo que ella creía que debía sentir para casarse. Con Flavio, al igual que con su hermano, la relación era genial, seguían viéndose a escondidas en la sala de música, o "su sala" como a ellos les gustaba llamarla, entre música, libros, bromas y algún que otro pique pasaban la gran parte de las noches.

Anne, desde su confesión a su prima, intentaba no llamar demasiado la atención o el Conde la descubriría. No estaba preparada, desde luego que no. En más de una ocasión Samantha le había dicho que se lanzara. "¿Qué podría pasar?" solía decirla; pero claro que podían pasar cosas, como que la gente del Reino comenzara a cuchichear sobre ella, pues no estaba bien visto que una mujer cortejara a un hombre.

Las cosas seguían igual en general, al menos parecidas. Anne y su prima seguían entrando juntas en cada desayuno. La rubia seguía llamándole la atención a la de los rizos cada vez que su mirada al Conde Rodríguez era muy obvia. Ambas salían por las tardes a tomar el té al jardín, y de vez en cuando los ingleses y el irlandés las merodeaban o invitaban a hacer alguna actividad con ellos. Nada fuera de lo común.

De nuevo, como cada noche, Samantha y Flavio se encontraban juntos en la Sala de Música, donde pasaban prácticamente todas las noches.

— Es muy simpático y me río muchísimo con él — dijo Samantha al chico de gafas.

— Pero... — continuó Flavio moviendo un peón sobre el tablero.

Desde hacía un par semanas, muchas de las noches aprovechaban para jugar juntos al ajedrez. Samantha no se había olvidado de que el Conde le había aconsejado que fuera Flavio quien la enseñase. De hecho, ella había insistido tanto que él no tuvo otra opción, aunque lo disfrutaba tanto como ella. El chico estaba bastante sorprendido con lo rápido que aprendía la princesa, habiendo empezado desde cero, a veces le resultaba complicado calcular la jugada para ganar.

— Pero sigo sin sentir nada por él, es como un amigo más — respondió la rubia con tono triste.

— Bueno, una persona no puede enamorarse en un día.

— O sí — dijo moviendo su caballo— Los flechazos existen.

— Quizás aún no te has dado cuenta de lo que sientes.

— Créeme, estoy bastante segura de que no siento absolutamente nada.

— Quizás primero necesitas que seais amigos —dijo el chico dulcemente— Para luego ya ir desarrollando sentimientos amorosos.

— No sé...

— Roma no se construyó en un día.

— Además, estoy preocupada — dijo la princesa poniéndose la mano en la frente dramáticamente.

Flavio se rió mirándola fijamente. Esto era típico de ella, le gustaba suspirar en alto para añadir intensidad a la situación. El moreno ya la iba conociendo y sabía de sobra que cuandos se echaba la mano a la frente, no era nada realmente importante y que ambos acabaría riendo.

— ¿Qué te preocupa? — dijo poniéndose serio.

— Sé que soy muy pesada con este tema, pero de verdad que me preocupa parecer su madre.

Historia de un Amor  ·Flamantha·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora