Desde la conversación que tuvieron en el baño, a escondidas de todos y como si aquello fuese el mejor secreto jamás guardado, Gèrard y Anne se encontraron en la alcoba de ella. Tenían un plan e iban a seguirlo hasta conseguir lo que se habían propuesto. Destapar la supuesta mentira que Anne reconoció en las palabras de Flavio al rubio.
— Sigue tú a Flavio y yo me encargo de Mai — ordenó Anne.
— Yo creo que será mejor que no nos separemos. Si nos pillan es más fácil encontrar una excusa — propuso el chico.
Empezaron una discusión de tira y afloja. Ella creía que era mejor investigar por separado, pero él dando unas razones convincentes convenció a la más pequeña para seguir ambos al más joven de los hermanos ingleses.
Aún en la habitación, ultimando los detalles finales de cómo recabarían la información necesaria para destapar la mentira de Flavio, los dos escucharon unos pasos firmes que se hacían cada vez más fuertes. Había empezado a correr. Era inconfundible, el moreno de gafas era quien había comenzado a acelerar el paso en medio del pasillo.
— ¡Bruno! — gritó el más moreno y los otros dos pegaron sus oídos a la puerta. Estaban tan cerca el uno del otro que sentían como sus respiraciones chocaban, hubo un momento en el que olvidaron qué era lo que estaban haciendo, y así perdieron a Flavio.
— ¡Tenemos que encontrarle! — advirtió Anne saliendo del trance que los ojos del rubio le provocaban. Cogió la mano del chico, abrió la puerta y ambos salieron a correr. Debían localizar al moreno.
— Pensemos — habló el rubio aligerando el paso — Faltan diez minutos para las cuatro. A esta hora Rafa debe estar pidiéndole a Bruno que vaya a la cocina y le sirvan un té. Es muy estricto con las normas inglesas. Así que calculo que Bruno debe estar llegando a la cocina si es que no ha llegado ya.
— ¡Bien pensado!
Ambos corrieron por los pasillos. Al parecer no les importaban mucho las miradas que se estaban ganando de los guardias que marchaban por pasillos, habitaciones e incluso por los jardines, que podían verlos desde las ventanas. Aún faltaban varios metros para llegar a la cocina, pero allí estaban. Bruno y Flavio charlaban animadamente, el más joven parecía tantear el terreno, el consejero sonreía sabiendo que algo pasaba pero sin hacérselo saber en ningún momento.
Gèrard y Anne se acercaron un poco más. Un poco más. Solo unos pasitos, para quedarse escondidos tras un mueble del siglo XV que la tía de Anne adoraba.
— Oye, Bruno, se que estás ocupado y que tal vez no puedas ahora, pero tienes que hacerme un favor — aquello no era un favor, era una súplica. El tono, la postura, su mirada. Todo apuntaba a que Flavio estaba rogando a su consejero, prácticamente.
— ¿De qué se trata?
— Tienes que llevarle esto a Maialen. Es importante — estiró su mano para esconder entre las manos de su acompañante lo que parecía ser una nota. Vaya. Justo como la que había encontrado Gèrard.
— Pues precisamente voy ahora a la cocina. Si Maialen no está allí, no tardará mucho en llegar.
Flavio agradeció mil veces a su consejero y la cara de Anne podía ser perfectamente uno de esos poemas del libro de Flavio en el que Gèrard encontró la dichosa nota.
— No puede ser — dijo la de los rizos — O sea que es cierto — del shock que aquello parecía haberla producido dio unos pasos hacia atrás con la mala suerte de mover un florero que acabó dividiéndose en mil pedazos contra el suelo de mármol y, aún peor, llamando la atención de Flavio y Bruno que no dudaron en acercarse a ver qué era lo que había pasado.
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Historia de un Amor ·Flamantha·
FanficTras una serie de conflictos bélicos, los reinos de Inglaterra y Alemania deciden casar a sus primogénitos. Samantha de Alemania, es una princesa con carácter y aunque lo ha alargado como ha podido, ha llegado el momento. ¿Podrá olvidarse de quién...