Epílogo

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Todo había pasado muy rápido, no tanto la vuelta a la vida de uno de ellos. Aquella batalla había acabado en tragedia solo para un príncipe; pero claro, nada se podía reprochar, pues aquella pelea había sido consensuada.

La rubia descansaba su cabeza en la cama del príncipe inglés, que aún no había despertado. Después de casi 24 horas. De vez en cuando levantaba su cabeza para mirarle dormir, "despierta" pensaba, rezaba un par de oraciones por él, por su vuelta, y a veces acariciaba el pelo moreno del chico. Las gafas del inglés estaban posadas en una pequeña mesilla en la que Samantha había dejado una taza de té, sabía cuánto le gustaba al muchacho y creyó que el delicioso aroma de las hierbas reavivaría los sentidos de Flavio.

— ¿Por qué has hecho esto? — se preguntó en voz alta. Lo que el príncipe había hecho había sido una completa locura.

¿Pero qué hacía? La Alemana sabía que el moreno no le respondería, pero la esperanza no pensaba perderla, nunca. Tampoco pensaba separarse de él, algo que a todo el mundo en palacio le había parecido raro, pues la princesa había abandonado la habitación de Flavio tan solo en varias ocasiones contadas. Decir que los reyes estaban intrigados por la actitud de su hija era poco, aunque el tiempo para centrarse en los actos de la joven era escaso pues debían ocuparse de otros asuntos, como por ejemplo la despedida al príncipe francés a la que casi todo el Reino Alemán era reacio a asistir, sabían que aquella batalla se había celebrado por culpa de los celos patológicos del Apolíneo y ahora su querida princesa estaba sufriendo. Sufriendo por la marcha de Rafa, según todos excepto la doncella, el consejero y los jóvenes condes.

— He pasado por nuestra sala — volvió a hablar la chica — He cerrado las cortinas, para que el sol no de directamente en el piano, sé que no te gusta. Aún no entiendo por qué... ¿Sabes qué dice Gèrard? — Flavio no iba a responder — Que peleaste porque Carlos iba a arrancarme de tu lado, bueno, del de Rafa. También me ha dicho que se ha escapado con Anajú... me alegro mucho por ellos.

Cada palabra que Samantha decía creía que le debilitaba más, sabía que Flavio se despertaría, lo deseaba con todas sus fuerzas, pero el pasar de las horas cada vez le hacían dudar más. "Despierta, por favor" pensaba, aunque las palabras que salían por su boca fuesen otras.

— El doctor dijo que habías sido muy valiente... — claro que no — Bueno, realmente no lo dijo él, lo dije yo cuando él aseguró que podría haber acabado peor... Carlos está muerto, ¿sabes? — dijo con la voz neutra — No has sido tú, tú no lo has matado, fueron los celos y el destino, Dios lo tenía guardado para él, por todos los males que hizo — hizo una pausa — me hizo sufrir. Y amenazó a Rafa, ¿acaso no merecía morir?

Tras lo último dicho, la rubia pensó en Eva, su amiga, la hermana de Carlos. Eva se iba a casar, suponía que tras la muerte de su hermano pospondría la boda un tiempo. Haciendo sus propios cálculos, si la boda entre la francesa y el noruego iba a ser unos meses después de la suya, tal vez la aplazarían al año siguiente o algo más, pues Carlos era el primogénito y único varón de la descendencia francesa. Ahora la corona sería para la pequeña.

— Maialen me trae comida de contrabando — rió — A veces tengo que dejarte solo para ir yo misma a por algo de comer o algo de tomar, como el té. Solo para que no sospechen, aunque creo que a estas alturas ya me da igual lo que digan o lo que piensen. Creo que las circunstancias nos han demostrado que somos tú y yo contra el mundo, con unos pocos de aliados.

En las pausas que hacía mientras hablaba miraba el reloj que había en una cómoda frente a la cama, tal vez creía que por palabra pasaba uno o dos minutos, nada más lejos de la realidad.

La rubia se puso a tararear, sabía que al moreno le gustaba su voz. No se atrevió a cantar, pero tal vez crear una pequeña melodía con sus cuerdas vocales harían reaccionar al inglés. Mientras lo hacía, acariciaba el pelo el otro. La atmósfera era tranquila, muy apaciguada, la respiración del chico era suave pero como ella ya había dicho: era valiente. Nada podría con él. Con ellos.

Historia de un Amor  ·Flamantha·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora