CABO SUELTO

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Capítulo #9

   Te preguntarás ¿qué pasó en el "accidente" de la señora Claudia?

   Todo se complicó cuando empezó a sospechar, segundos después de marcharse de mi casa, empecé a idear. Pensé en dispararle, pero no era prudente por los últimos acontecimientos, entonces pensé en atropellarla; ¿recuerdan el auto con placas robadas? Podría ser muy útil.
   También pensé en cuál sería el momento adecuado para eliminar este cabo suelto, pero tenía que ser antes de que abriera la boca y sembrara intriga en mi contra.
   En su visita, me dijo que el evento conmemorativo era el fin de semana, entonces tuve un par de días para planearlo, y aunque la noté conmocionada cuando vió la bodega, no creía que hablara con todos sobre el tema, tal vez se lo mencionaría a Isabella, pero no podía ser muy expresiva al respecto, porque la investigación estaba abierta, era un tema delicado y realmente no sabía como era mi trabajo. Además, lo que vió, era extraño, pero no algo que me podría incriminar en nada específico.
   Es más, no creía que se lo contara con puntos y señales a Isabella, porque no sería un buen momento para ella y repito, si eso se convertía en un malentendido mayor, podría demandarla por levantar falsos, y quizás ella, sabiendo mi conocimiento, podría pensar que sabría como actuar.
   Entonces inicié; me dije que debía incriminar a alguien más, que debía montar una tragedia para deshacerme de ella.
   No había mejor incriminado que alguien con antecedentes penales y que preferiblemente no contara con nadie cercano. Así fue como pensé en atraer a un adicto en condición de calle, pero ¿cómo? ¿Dónde iría a buscar? No podía ser de la zona, porque podrían verme o reconocerme. Entonces decidí ir en aquel auto que conseguí, hacia un barrio en riesgo social, donde no hubiese circuito de vigilancia y fue un sitio ideal para los criminales y adictos, porque sabrían que sin importar lo que ocurriera, nadie vio ni supo nada.
   Fue ahí donde encontré un sujeto, al que le di instrucciones para que manejara el auto y cometiera la fechoría, por la que le di unos cuantos billetes ese día, y le prometí pagar una fuerte suma de dinero y especies (narcóticos) el día del suceso.    Lo que no le dije, fue que al reunirnos unas cuantas cuadras, en un lugar inhóspito, antes de llegar al sitio del evento, yo mismo lo drogaría lo suficiente para que no se negara a hacer lo planeado, pero sí para procurar que el "accidente" probablemente cobrara su vida también, pero si no hubiese sido así, en el hospital o al salir de él, lo hubiese terminado de una u otra manera.
   Así fue como eliminé esa piedra en el zapato. No tuve mayor preocupación, ya que él tendría el auto sospechoso y él fuese quien tomara la vida de mi segunda víctima.
   Lo único que sigo lamentando, es no tener conmigo, una víctima completa, para analizar y cumplir con mis objetivos. Tal vez, muy en mi interior, también resienta el hecho de imaginar cómo se sentirá la hija de Wilson.

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