Capítulo 16: Fragmentos de un futuro

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— Bueno, ese fué el último — Dijo Mu Qing entrando en aquella mediana habitación. Está disponía de un banco largo con almohadilla para que las personas se sentaran, y frente a éste una silla de aspecto simple, hecha de madera. Había un gran tragaluz en el cielorraso, con forma de diamante, que hacía que los rayos claros del sol entraran e iluminaran toda la sala.

En aquélla silla yacía un agotado príncipe, que debía apoyar su cabeza con su mano para que ésta no se cayera del cansancio.

Los mejores amigos de Xie Lian se tumbaron en aquél banco (no demasiado cerca del otro) y dieron un fuerte suspiro.

— Quiero inmolarme — menciono Feng Xin distraídamente.

— ¿Qué diablos significa eso? — quiso saber el albino, hablando con más indiferencia de lo normal, debido al agobio.

— Es una manera más elegante de decir que te quieres matar — le respondió Xie Lian, quitándole a Feng Xin las palabras de la boca.

— Ah, entonces yo también me quiero inmolar — Mu Qing hizo una pequeña pausa para bostezar. — ¿Porqué no inmolamos los tres juntos? —

— Sí por favor — dijo Xie Lian

— Cuenten conmigo — habló Feng Xin

Y luego de un pequeño silencio, el trío rió a carcajadas.

Xie Lian se sintió algo nostálgico ante aquella escena, hacía bastante tiempo que no pensaba en su vida pasada, antes de transmigrar y llegar a aquel mundo tan increíble y fantástico. Cuando era "Xian Le" no había tenido amigos de verdad, como Mu Qing o Feng Xin, que estaban para él en todo momento, sin importar las discusiones que a veces tenían, siempre podían afrontar todo con valentía y con unas cuantas risas. Se sentía demasiado afortunado por tener a esas personas como sus compañeros fieles. Ellos le habían hecho olvidar toda la soledad en la que algún día se vio envuelto, y ese era motivo suficiente para estar infinitamente agradecido.

Seremos mejores amigos para siempre

Pensó, con sus finos labios surcandose hacia arriba.

Dejando toda clase de sentimentalismos de lado, es menester explicar la razón de sus agotamientos mental y físico, y estos eran por una simple razón; interrogar.

Había estado todo el día sentado en aquella dura silla, haciéndole las mismas preguntas a los ciudadanos para así tratar de despejar aquella duda que lo atemorizaba. En cuanto a sus amigos, se habían encargado de conducir a toda aquella gente hasta la sala del interrogatorio, llevaban desde las siete de la mañana sin sentarse, y en todo el día habían comido únicamente un par de bollos al vapor rellenos de carne, que si bien eran deliciosos, no eran suficientes.

Al final la incógnita de Xie Lian había sido aclarada, y eso era exactamente lo que buscaba saber aquel par.

— Alteza... — comenzó Feng Xin. — ¿Al final descubrió algo? —

El príncipe se acomodó en su asiento, lo miró y en pocos segundos desvió la vista asintiendo con su cabeza.

— Nos han impuesto una maldición —

Aquellas pocas palabras provocaron que un escalofrío recorriera el cuerpo de Mu Qing, y que Feng Xin empezara a sudar frío.

Creyeron que se sentirían un poco aliviados al haber hecho un descubrimiento después de no tener ningún tipo de información sobre aquella extraña enfermedad, pero había sido todo lo contrario.

Un aura de nerviosismo y angustia atiborró la habitación, que si bien ya era bastante cerrada, se sentía aún más sofocante con el tema de conversación actual.

(Cancelada) El Sistema del Dios de la DesgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora