Capítulo 24: Espada de oro

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La falta de Mu Qing empezó a calar aún más cuando los cuatro se trasladaron a otra ciudad lejana, puesto que él era quien se encargaba de muchas de las tareas del grupo, por ejemplo llevar la cuenta del dinero y de sus gastos, llevar la comida hasta el escondite en el que se encontraban el rey y la reina, y encargarse de algunas otras actividades domésticas.

Xie Lian no era bueno con la contabilidad, nunca lo había sido, así que estaba dando su mejor esfuerzo por regular bien el gasto del dinero que obtenían, que para empezar, no era demasiado.

Y Feng Xin, bueno, el jamás había pensado que extrañaría tanto al malhumorado albino.

Las ofertas de trabajo no aumentaron a pesar de que se estaban quedando en un pueblo distinto, aún seguía siendo complicado encontrar algo en lo que ayudar. Habían llegado a un punto en el que no les importaba si debían trabajar arduamente durante todo el día, aunque la paga fuera mísera.

Ahora no era sino el príncipe quien debía ir a llevarles alimento a sus padres, y aunque era cansado para él caminar tanta distancia, le agradaba el hecho de que podía ver a la reina más seguido, y eso la hacía feliz también a ella.

Aquel era uno de esos días en los que Feng Xin se ofrecía a acompañarlo, así que emprendieron su viaje juntos hasta el lugar en el que residían el rey y la reina escondidos.

Y también era de esos terroríficos momentos en los que ciertas palabras salían de los labios de la reina.

— Les preparé un delicioso estofado, llamado "Suave brisa de invierno" —

Los dos sabían que ese platillo de nombre tan elegante sería su perdición.

— Pero estamos en verano — Comentó Xie Lian, si bien el clima durante los días era cálido y agradable, habían empezado algunas lloviznas, que en unas semanas probablemente se convertirían en fuertes aguaceros.

— Oh, eso es lo de menos mi vida, ¡el estofado es delicioso sin importar en qué estación se coma! —

Ojalá fuera "el estofado es delicioso sin importar quién lo cocine" Pensó Feng Xin, sentándose en la mesa, ya preparado mentalmente para el sufrimiento por el que pasaría su paladar.

Habían terminado sus platos, dejando dejándolos limpios, más por el hambre que por gusto. Se quedaron sentados en la mesa por unos momentos, hasta que la reina se acercó a ellos, sentándose en un banco cercano a sus personas.

Ella jugaba con las ondas de su castaño cabello, el cual tenía ya unas pinceladas grisáceas.

— A-Lian, A-Xin, sé que talvez sería mal educado de mi parte preguntar, pero es que hay algo que me ha estado preocupando estos días... — Empezó, mirando a ambos intercaladamente. — ¿Pasó algo con A-Qing? —

Ambos guardaron silencio por unos segundos, definitivamente no le querían causar más preocupaciones a la pobre señora, que ya estaba pasando días bastante afligidos por toda su situación, así que compartieron una mirada cómplice, decidiendo que bajo ningún término le dirían la verdad a la reina.

— Mu Qing está en una misión que yo le mandé, en otra ciudad, probablemente no vuelva pronto, así que... —

Ella lo miró como solo una madre puede mirar a su hijo, en lo profundo de su corazón sabía que aquellas palabras no eran ciertas, y que las estaban usando como un escudo para impedir que sus propias emociones fuesen lastimadas, así que solo sonrió cálidamente.

— ¡Ya veo! ¡Ese niño es muy valiente, estoy segura de que está bien! — En ese momento, la mujer hizo unos ademanes con sus manos, que mostraron las magulladuras y raspones que éstas tenían plasmadas.

(Cancelada) El Sistema del Dios de la DesgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora