Capítulo 20: Una gardenia siendo pisoteada

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Aunque al alzarse la gran estatua dorada, había vuelto la esperanza a los corazones de la gente, Xie Lian aún sentía incierto el resultado de todo aquello. Por primera vez desde que había transmigrado, estaba inseguro de sobre sí mismo, un sentimiento que no residía en su corazón desde su vida pasada.

Ah, esa vida que tanto se esforzaba en olvidar, nunca creyó que la extrañaría.

Echaba de menos ser un simple mortal patético, que trabajaba 12 horas al día y tenía un sueldo que apenas le alcanzaba para pagarse un lugar donde dormir. Comía poco y eso le bastaba, el celular se lo había sacado en un rifa del supermercado, y desde entonces, leer novelas había sido su forma de distraerse de la horrible realidad. Cuando las plantas que cultivaba con esmero por fin florecían, su alegría también lo hacía. Era feliz con tan poco.

Pero odiaba la noche, donde la luz de la luna y el viento gélido eran su única compañía, donde lloraba por su madre, donde ansiaba con desespero el abrazo de alguien más.

Esa soledad que no lo dejaba en paz.

Así se sentía en esos momentos.

Aquella gran estatua gastaba su energía y poder espiritual por completo, apenas podía mantenerse en pie. Usó todos sus esfuerzos en sostener la edificación que peligraba caer, aquel gigante temblaba, era inestable debido a que estaba sufriendo, debido a que la esperanza en él se estaba convirtiendo en agonía.

Mientras trataba de enfocarse únicamente en sostener la pagoda, sintió un jalón en su túnica, lo ignoró la primera vez, pero surgió un segundo y también un tercero, así que no tuvo otra opción sino ver que pasaba.

Bajó su mirada y se encontró con Qi Rong, que tenía una mirada asustada puesta en su persona.

— Primo, sabes cómo contagiar la enfermedad del rostro humano, ¿no es así? ¡¿Porqué no vamos y mal decimos  a esos bastardos de Yong An?! — Gritó el muchacho, haciendo que sus palabras llamaran la atención de otros pueblerinos.

— ¿Eso es cierto? —

— ¿De veras sabe como se contagia la enfermedad? —

— Si sabe eso, entonces probablemente sabe la cura ¿no? —

— ¡¿Sabe la cura y no nos lo ha dicho?! —

Xie Lian estaba a punto de entrar en pánico, pero pudo conservar la calma. Le ponía extremadamente nervioso la posibilidad de que aquellas mentiras se esparcieran entre la multitud, y que todos pensaran que él en realidad sabía la cura, y no quería decirla. Pero tenía que endurecer su corazón, por un tiempo más, para seguir soportando el peso del edificio y lo difícil que era mantener la gigantesca estatua en pie.

Pero Qi Rong solo estaba avivando a la multitud con mentiras y supersticiones, así que debía ahuyentarlo antes de que saliera con algo mucho peor.

— ¡Feng Xin, llévatelo! — El mencionado, con su paciencia ya colmada, actuó rápido y se llevó al ojiverde, haciendo que éste pataleara y gritara.

— ¡PRIMO, NOS PROTEGERÁS! ¿CIERTO? —

El príncipe dudó por un momento, antes habría respondido con seguridad absoluta, pero ahora todo era incierto.

— ¡LOS PROTEGERÉ A TODOS! —

Qi Rong lloraba y forcejeaba con Feng Xin, y en un momento dado se soltó de su agarre y corrió hasta abrazar a su adorado primo.

— ¡No puedes caer, todos creemos en ti! —

Esas palabras conmovieron su corazón, y a la vez pusieron una gran presión en él.

(Cancelada) El Sistema del Dios de la DesgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora