Inesperado

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Todo cobró sentido en mi mente al momento en que Mila me había dicho que Otabek se mudó a Rusia. Tal vez el hombre con el que había hablado aquella noche era quien le ofreció un trabajo en su empresa, de todos los lugares que pudieran existir tenían que irse al país donde nací y crecí, esto me daba un poco de esperanza, más que nada por el hecho de que creía que era el destino que me mantiene conectado con Otabek de alguna manera.

Aunque realmente no cobraba mucha importancia después de todo ya que no podría estar de la manera en la que quisiera con ellos, tendría que esperar a que sucediera lo que me dijo Mila, no sabía cuándo ocurriría pero estaba seguro de que sería así.

Repentinamente una noche, mientras me preparaba para dormir recibí una llamada inesperada, se trataba de mi padre. Realmente no platicamos mucho ya que ese no es nuestro estilo y para acortarlo fue directo al punto, quería que regresara a Rusia para que trabajara en la empresa y ya que no tenía nada por lo que quedarme acepte su propuesta.

La tarde en la que mi vuelo saldría recibí otra llamada de su parte, esta vez me avisaba que no estaría trabajando ya que lo invitaron a una fiesta para celebrar la boda de la hija de los Crispino pero aun así quería verme para tratar unos negocios rápidos además de que me presentaría a un empleado que me ayudaría a integrarme al trabajo. Me parecía buena idea porque a pesar de saber que es lo que haría nunca sobraba los consejos de otros.

Los Plisetsky y los Crispino son familias que se conocen de años, mi padre es una de la personas de las que más han invertido en la conformación de sus carreras además de que son muy buenos amigos así que no era raro que Sara nos haya invitado ya que nos considera parte de su familia.

Tenia tanto tiempo sin salir o de disfrutar de la compañía de las personas que me pareció una buena idea asistir, sin mencionar que quiero a Sara como si fuera mi hermana por lo tanto tenía que acompañarla. Venía pensando en todo esto mientras mi vuelo despegaba y comencé a recordar todas la veces en las que me había subido a un avión y cada una de ellas me habían cambiado la vida para bien o para mal así que deseaba profundamente que esta vez no fuera la excepción.

Al aterrizar me dirigí a mi casa, tenia mucho tiempo, de hecho años, que no pisaba ese lugar. No había nadie en el lugar más que la servidumbre, me acomode en una de las habitaciones y comencé a arreglarme para dirigirme a la fiesta, había algo dentro de mí que decía que debía lucir perfectamente así que me tomé mi tiempo aunque ya no pudiera asistir a la ceremonia civil.

Cuando llegue al lugar donde se llevaría acabo me di cuenta de que a pesar de no ser un evento público estaba lleno de invitados, la mayoría eran deportistas y colegas de la familia. Sin perder tiempo comencé a buscar a Sara para felicitarla y no me tomó mucho tiempo encontrarla, al igual que yo se alegraba mucho de verme y rápidamente me presentó a su esposa.

El mundo es un lugar muy pequeño y para mí sorpresa se trataba de Mila. Ella parecía estar muy sorprendida de verme pero aun así se acercó para saludarme.

—Yuri no esperaba verte...¿qué es lo que haces aquí?— pregunto feliz.

Sara estaba muy sorprendida al darse cuenta de que nos conocíamos y de una manera rápida explicamos la relación que teníamos.

—Creo que te tengo que agradecer Yuri... de no ser por ti no nos habríamos conocido— le dio un beso en la frente y se fue, Mila se quedó conmigo platicando.

—Dime ¿que haces aqui? y no me refiero a Rusia sino a que haces en la fiesta— pregunto curiosa.

—Vine aquí porque me encontraré con mi padre, la madre de Sara lo invitó pero...ahí está— interrumpí al verlo entre las personas.

Se encontraba a lo lejos platicando con unas personas, sabía que una vez que entrara a trabajar estaría demasiado ocupado que decidí mejor disfrutar el ambiente y buscarlo después. Me despedí de Mila y me fue a la barra para beber un poco, mientras esperaba a que sirvieran mi trago alguien toco mi espalda. Al darme la vuelta me sorprendí de que se tratara de Jean.

—¡Jean...¿qué estás haciendo aquí?!— pregunte casi ahogándome.

—Solo vine a acompañar a mi esposa...es amiga de la novia— respondió feliz sentándose a un lado.

—Entonces te casaste, que bien...me alegro por ti— felicite feliz.

No apartamos un poco de la multitud para hablar, me daba curiosidad aquella mujer que me había superado en el ranking de Jean. Su nombre es Isabella y es una patinadora artística, para ser exactos era compañera de entrenamientos de Sara y es de esa manera que se conocían.

La razón por la que estaba en la fiesta del padre de Otabek aquella noche había sido porque su entrenador buscaba patrocinadores y ella lo había acompañado para convencer a los interesados.

—¿Qué tal tu Yuri?...¿como han estado tus hijos?— pregunto sin saber lo que sucedió.

Comencé a contarle sobre todo lo que paso y cómo es que me sentía con respecto a ello, él me escuchó atentamente hasta que llegó su esposa. Isabella era un chica muy hermosa y la recordaba vagamente por algunas ocasiones en que aparece en televisión.

—No te preocupes Yuri...yo estoy de acuerdo con Mila y llegará el momento en que Otabek y tu arreglen sus problemas...quien sabe tal vez sea más rápido de lo que piensas — dijo feliz alejándose junto con Isabella.

En verdad me alegraba que haya encontrado a la persona que sí correspondía sus sentimientos a diferencia de mi. Había llegado el momento de hablar con mi padre, entre tanta gente no pude ver con quién hablaba pero de todas maneras le haría saber que estaba ahí.

—Por fin te encontré...padre— dije con la voz con la que siempre me dirigía a él.

Al darse la vuelta para mirarme se quitó de en medio de mi vista y por fin pude ver de quien se trataba. Mi corazón comenzó a acelerarse al mirar directamente sus ojos brillantes y cafés, se trataba de una gran coincidencia o suerte para de entre todos los lugares me encontrara con el amor de mi vida.

—Otabek te quiero presentar a Yuri...el es mi hijo...Yuri es el empleado que te mencione antes— presentó mi padre sin saber que nos conocíamos.

Ni siquiera le prestamos atención a lo que decía mi padre y cuando nuestras miradas se hacían más profundas fue el momento en que mi padre nos dijo sus verdaderas intenciones.

—Ni siquiera pueden disimular sus miradas...creo que es momento que los deje para que platiquen— dijo alejándose de nosotros.

La Primera VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora