Capitulo 1

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El aire frío del invierno se colaba por las ranuras de las paredes, filtrándose hasta los huesos. Los aldeanos hundidos entre las telas livianas y rugosas, amontonados los unos con otros trataban de apaciguar el temblor de sus cuerpos. Un silencio absoluto reinaba en todo el lugar, sólo el suave crepitar de algunas fogatas en los alrededores eran las escuchadas.

En el interior del hogar de la familia real, suaves pisadas se escuchaban por la madera oscura en los largos pasillos. La tela de sus vestimentas era arrastrada sin consideración. El joven se acercó a la puerta con el corazón palpitando tan rápido que casi lo siente en el cuello. Saco con cuidado una mano de entre las capas de seda y la coloco en la puerta deslizándola hacia un lado, abriéndola. El aire helado golpeó sus calientes mejillas, mandando un suave escalofrío por su piel. Un paso, dos pasos, estaba fuera, por fin y después de tanto.

—¿A donde va? Su alteza.- El príncipe se quedó congelado ante la voz en su oído. Respiro profundo armándose del valor que debe poseer y se giró con él rostro en alto.

—Voy a ver a mi padre.- Ante las palabras dichas se giró y continuó su camino o eso planeaba, sin embargo una mano lo tomó del brazo deteniéndolo. —¿Como te atreves a...?- Su Pregunta se perdió en el aire que recorría el enorme patio.

—Hay claras indicaciones de que no debe abandonar sus aposentos por las noches, su alteza.- Dice con una ligera inclinación. Su piel blanca es claramente visible por la luz de la luna, la nariz prominente, el hueso de la mandíbula era extrañamente notable y sus ojos oscuros llenos de burla me miraban atentamente, esperando a que obedeciera.

—Solo iré a ver a mi padre, antes de...- Las palabras se detuvieron, sus labios se fruncieron y una capa aguosa cubrió sus pupilas. Los recuerdos y el sentimiento melancólico se insertó en su pecho presionándolo dolorosamente.

—Ya se despidió, al igual que todos. Solo es cuestión de tiempo y lo sabe. Ahora vuelva a dormir.- Su agarre se volvió más firme al igual que su voz. El joven miró hacia el frente donde atravesando el amplio patio estaban las cuatro paredes donde el rey se encontraba.

—¡Es mi padre! -Grito el joven príncipe jalando su brazo intentando que su consejero lo soltara. El cual no tenía ni una sola intención de hacerlo.

—Y morirá, tiene que hacerse la idea, su majestad.- La voz salió tensa en las últimas dos palabras. La tensión entre ambos se estaba acumulando. El frío estaba haciendo estragos en él, sólo llevaba sus ropas de dormir mientras el otro estaba vestido para la guardia.

—¡Suéltame!- Grito jalándose con fuerza, dejando una marca probablemente bastante rojiza. A pesar del frío exterior su rostro se estaba empezando a sentir caliente, el solo quería irse con su padre, acurrucarse contra él y que éste le susurrara palabras dulces como cuando aún era un niño. Aún era demasiado joven para ese mundo tan complicado.

—Se convierto en el príncipe heredero y sera rey, su hermano ya debe de estar muerto tiene que aprender y madurar.- Dijo el consejero entre dientes jalando con fuerza al más bajo al interior del lugar.

—No puedes hablarme y tratarme así.- Grito, sacándose por fin del agarre del otro cayendo en el suelo de espaldas. La empuñadura de la espalda del mayor brilló ante la tenue iluminación de unas cuantas lámparas.

—Su padre me dio autoridad sobre usted, tengo libertad de hacer lo que deba con tal de que obedezca. Ahora regrese a sus aposentos y descanse, la madre de la nación y de usted está preparando un cambio para su bien. Es mejor que se prepare.

Sin más palabras se giró y salió cerrando la puerta a sus espaldas. El silencio regreso dejando el suave murmullo de la noche su única voz. El príncipe se puso de pie y se acercó a la silueta que se miraba a través de la tela de la puerta. Acercó su rostro hasta que sus labios tocaron la madera absorbiendo el olor.

—¿Que pasó con el chico que jugaba conmigo en las orillas del río? -Murmuró desde el interior, creyendo que no habría respuesta.

—Fue a la guerra y vio el mundo.- Susurro sin moverse si quiera, casi se podía creer que era producto de la imaginación pero en realidad fue su voz. Fue el.

—Hyukjae...- Murmuró el príncipe desde el interior.

—Ahora duerme Donghae.- Después de decir esas palabras la silueta se fue apartando hasta desaparecer en la oscuridad. Una amistad de la infancia parece que se volvió polvo al pasar de los años. Realmente ya no había nada entre ambos, Donghae tenía que admitir que nadie tenía la culpa, pero Hyukjae había hecho cosas innombrable que ni siquiera podía decirlo en voz alta o pensarlo sin que le dieran ganas de llorar.

Una lágrima rodó por la mejilla del príncipe Donghae, no sabía si por las duras palabras de aquel que fue su amigo o porque sabía que todo lo que salió de sus labios era verdad y él solo no quería aceptarlo. Su padre no podía morir, su hermano debía regresar, él no podía ser rey. Ni sabría como serlo. Él no nació para gobernar una nación, para ello estaba Donghwa el cual tenía que serlo, su hermano debía estar vivo.

Se alejó de la salida y se sumergió en los pasillos del palacio, fue hasta la parte trasera donde se encontraban los escritos sagrados. Salió ha hurtadillas, casi como un fantasma, ha comparación de su estricto consejero los guardias no se atreverían a detenerlo si lo veían, siempre y cuando se mantuviera lejos de la habitación de su padre.

Llegó a su destino y empujó las puertas de madera, entrando con sigilo cerrando a sus espaldas, avanzó hasta los pergaminos doblados y sin mucha indecisión tomó uno al azar. Aquel donde las estrellas estaban plasmadas, donde se unían entre sí y se escribían historias sobre su creación. Desenrolló uno y tomó asiento sobre los cojines color rojo sangre. Lo desdoblo sobre la mesa y comenzó a leer.

Imaginando y deseando ser uno de aquellas estrellas, que brillaban inalcanzables y orgullosas. Con esa idea se fue adormeciendo, los párpados se le fueron poniendo pesados y sin darse cuenta se quedó dormido sobre la mesa, sobre los pergaminos, soñando y anhelando lo imposible.

En otro lado del palacio, el consejero del príncipe estaba inclinado ante la reina madre. Este se irguió quedándose de rodillas viéndola a través de la tela oscura. La mujer frente al joven era alguien fría y calculadora, sabía de las debilidades de su hijo más joven pero conocía sus fortalezas y secretos. A pesar de que Donghae fuese un omega, era fuerte y tenia sangre real.

Tal vez porque era su hijo o porque debía creerlo pero la madre de la nación estaba totalmente segura de que sería un gran rey, sólo tenía que ponerlo en forma, hacerlo un hombre duro. Guiaría al país a la grandeza pero no tenia la frialdad de un asesino, para eso necesitaba un soldado, un alfa y un rey a su lado.

—El rey morirá pronto y ambos sabemos cual fue su ultima voluntad. El llevará este país a la grandeza, él debe aprender y tú estarás ahí para hacer el trabajo pesado.- El tono neutro y demandante destilaba en su voz.

—Sí, su majestad.-Respondió el joven afirmando y sellando su destino.

High King [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora