Capítulo 4

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Había pasado una semana desde que Keily llegó a la casa de su padre y varias cosas sucedieron en esos días. Entre esas, conoció a su tía y primos. En especial a Zoe, la sobrina de Jack. Una chica extrovertida de pelo rojizo por los hombros, estatura promedio y muy simpática. Hizo buena química con Keily y no se quería despegar de ella desde que se la presentaron.

La familia Brown era grande y muy unida. Vivían en terrenos cercanos, lo que facilitaba que se pusieran de acuerdo para llevar a cabo varias actividades entre todos. Tenían en común la piel bronceada, pelo oscuro y estatura alta. Por tal razón, Keily se sentía como el patito feo entre ellos.

Ella apretó un lápiz mientras trató de plasmar el paisaje en el cuaderno que tenía en la mano. El jardín de la casa poseía una gran fuente donde se posaban algunas aves, esto le daba un aspecto mágico, como si hubiese sido sacado de un libro de fantasía. Se dedicó a dibujar cada detalle con tal concentración que no se dio cuenta de que alguien se le sentó al lado.

—Eres muy buena —dijo Josh, quien miraba el cuaderno con sorpresa.

A Keily se le sonrojaron las mejillas y le susurro un «gracias» apenas audible. Ella miró al chico que tenía al lado con curiosidad, porque abría y cerraba la boca como si quería decir algo, pero no se atrevía.

—¿En qué te puedo ayudar? —preguntó amable.

Josh tensó el cuerpo y, sin dejar de observarla con intensidad, respondió con otra interrogante:

—¿Alguna vez has querido hacer algo, pero sabes que está tan mal que podrías salir destruido?

Keily frunció el ceño, confundida por las palabras que habían salido de su boca.

—No te entiendo, Josh —respondió, sosteniéndole la mirada.

Cuando él iba a contestar, Zoe se acercó a ellos como si de un rayo se tratase.

—Nos vamos de compras, Keily. Ve a arreglarte. —Tiró de su brazo y apuntó al enterizo de tela azul oscuro que llevaba puesto—. Oh, hola, Josh —saludó al chico, después le dio un beso en la mejilla.

Josh no le correspondió, porque trataba de que ella se diera cuenta de que no era bienvenida en ese momento.

—No creo que sea buena idea. No tengo dinero —dijo Keily, apenada, en un intento de librarse.

—Eso no es problema, Kei, le pedí dinero a mi tío.

Zoe dio saltitos de alegría al haber previsto que esa era la primera excusa que pondría su prima.

—Bueno, yo las dejo. Hablamos luego, Keily.

Josh no le dio tiempo a que le respondiera, porque se retiró del lugar deprisa.

—Ven, el tiempo es oro —canturreó Zoe.  
Keily terminó cediendo. Sabía que nada iba a evitar que ella la llevase como una muñeca a sus antojos.

**

«Esta chica no se cansa», pensó mientras tomó aire y se sentó en una de las bancas que estaban esparcidas por el centro comercial. Colocó, a un lado y parte del suelo, todas las bolsas con ropa que Zoe le hizo comprar.

—Eres aburrida, Kei —se quejó, sentándose a su lado.

Lo cierto fue que, además de lo exhausta que estaba, Keily había disfrutado la salida con Zoe. Ella era una persona extrovertida y pasó la gran parte del tiempo coqueteando con todos los chicos lindos que encontraban.

Keily se puso de pie para salir del lugar, pero Zoe chilló y tiró de ella cuando vio a ciertas personas a lo lejos. El movimiento brusco provocó que Keily tropezara y casi la hizo caer al piso.

—¡Vamos, Keily, esto es maravilloso! —gritó al tiempo que la guiaba hacia una tienda de café y se detuvo de repente.

—Mira eso —dijo y apuntó hacia una pareja que estaba en un apasionado beso. Keily pudo notar que era un chico muy alto en comparación a su compañera—. Ese es Alan Ricci, amor platónico de Charlotte desde hace tiempo. La chica es Anna Lee, hija del dueño de la bodega dónde él trabaja —explicó, emocionada.

La pareja se separó y el joven caminó hacia donde ellas estaban cuando reconoció a Zoe.

Ciao, Zoe —saludó con un acento peculiar al momento en que estuvo a centímetros de ellas.

—Hola, Alan —respondió, dándole la mano—. Ella es mi prima Keily.

Alan miró hacia la aludida y sonrió. Keily pudo notar varias cosas que la dejaron muda: de cerca era mucho más alto, tenía los ojos de un verde clarísimo y unos rizos que lo hacían ver tierno de una manera inexplicable. Sus rasgos, acento y piel muy blanca le dieron a entender que no era nativo de ese lugar.

—Hola —saludó, maravillada por lo apuesto que lucía con esos pantalones negros, camiseta blanca ceñida al cuerpo que aseguró era obra de muchas horas en el gimnasio.

Un carraspeo la sacó del ensimismamiento. Sus ojos se posaron sobre la chica de pelo lacio negro y rasgos asiáticos llamada Anna. Esta agarró el brazo de Alan de manera territorial.

—Hola, Zoe, y...

—Keily —le aclaró cortés.

—Bonito nombre —afirmó el muchacho, quien sonrío y dejó al descubierto su perfecta dentadura—. Soy Alan Ricci y ella es Anna Lee.

–Keily y yo tenemos que irnos —anunció Zoe—. Dejemos a los novios solos —agregó de forma picarona.

—Nosotros no somos novios —aclaró Alan deprisa, eso hizo que Keily los mirara con confusión.

—Estamos saliendo, no hemos dado ese paso aún —dijo Anna mientras abrazaba por la cintura al chico.

—Un gusto conocerte, Keily —Alan se despidió y le extendió la mano.

—El gusto es mío.

Keily le correspondió y recibió un suave apretón de su parte. La pareja se alejó del lugar, después ellas hicieron lo mismo. Acomodaron todo lo que compraron en la parte trasera del auto y se subieron. Zoe conducía, no se le borraba de los labios una sonrisa socarrona por culpa de unas ideas que le rondaron la cabeza.

—¿Viste cómo te miraba? Apuesto todo lo que no tengo a que le gustaste —espetó lo que había percibido.

—Estás loca. Son cosas tuyas —le respondió Keily, pero no pudo evitar sonrojarse y sonreír como boba al pensar en los ojos verdes del chico rizado. 

 

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Inercia © (Bilogía Inercia: Libro 1) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora