Capítulo 32

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Keily entró a la casita seguida por Alan. Ella estaba nerviosa, no dejaba de pensar en que no debía llevarla a ese lugar.

—¿Por qué aquí? —preguntó de inmediato.

Él le hizo señas para que se sentara en el sofá, pero Keily negó con la cabeza.

—Quiero que hablemos sin interrupciones y prepararé algo para cenar —respondió Alan al fin.

Se dirigió a la cocina sin darle tiempo a que ella contestara. Keily lo siguió y lo observó mientras él sacaba algunos alimentos del refrigerador.

—Ya te dije que no tenemos nada de qué hablar.

—¿Has probado la Panzanella? —preguntó, ignorando lo que ella dijo.

Keily se pasó las manos por la cara con frustración, después se sentó en uno de los taburetes.

—No, Alan, pero no tengo hambre.

Mintió, quería que le dijera lo que sea que le tenía que contar e irse.

—Es una ensalada riquísima, Kei, te va a gustar.

Los ojos de ella no se apartaron de él mientras picaba vegetales y mezclaba ingredientes. El pelo de Alan había crecido bastante, ahora le cubría parte del rostro y lo peinaba hacia atrás más seguido. La realidad es que tenía un hermoso semblante, todo en él era llamativo y reflejaba sensualidad.

Apartó la vista, avergonzada, y se reprendió a sí misma en silencio por habérselo comido con los ojos. Alan se percató de ello, así que sonrió de lado a la vez que negaba con la cabeza.

Él arregló la mesa para dos y abrió una botella de vino. La comida estaba exquisita, lo que provocó que el estómago de Keily reaccionara.

—Es una suerte que yo sepa cocinar, ya que tú solo preparas emparedados —bromeó y ella rodó los ojos.

—Pero me quedan ricos —se defendió, encogiendo los hombros y él estalló en carcajadas.

Cualquiera que viera la escena pensaría que se trataba de una pareja perfecta y feliz, pero la realidad era otra. Keily estaba convencida de que Alan y ella nunca podrían estar juntos. La tristeza la invadió, agachó la mirada y se concentró en sus manos debajo de la mesa.

—No estoy con Anna, no formalmente —Alan susurró y ella levantó la cabeza para mirarlo.

Le pareció increíble lo cínico que podía llegar a ser. Keily se rio sin gracia al mismo tiempo que negó varias veces.

—No puedo creer que me estés diciendo esto cuando yo misma te vi besándote con ella.

Se levantó de la mesa, furiosa. Él la imitó y se paró frente a ella.

—¡Anna me besó! El señor Lee me quiere obligar a estar con ella. Hemos estado saliendo, pero no hay ninguna relación.

—No me mientas, estoy cansada de ti, Alan.

El pecho le subía y bajaba con rapidez. «¿No se da cuenta cuánto me lastima?», pensó con pesar. Alan le agarró la cara entre sus manos para que lo mirara directo a los ojos.

—Tu padre me amenazó, Kei, lo sabes. Si estamos juntos tendré muchos problemas, por eso dejé de buscarte y no porque tenga algo con Anna. Te aseguro que no ha pasado nada entre nosotros.

—Lo has dicho, lo nuestro no puede ser —concordó, aguantando las ganas de llorar.

«No más lágrimas por él, al menos no delante suyo».

—Sí, pero no puedo. Cuando vi al nerd junto a ti me entraron ganas de matarlo...

—Se llama Aaron —lo interrumpió, rodando los ojos.

Inercia © (Bilogía Inercia: Libro 1) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora