Capítulo 35

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Jack caminaba de un lado a otro en medio de la sala mientras Marian parecía como si entraría en pánico en cualquier momento.

—Vuelvo y pregunto, ¿dónde demonios está Keily! —gritó, lo que provocó que ella saltara en su lugar.

—Le aseguro que no sé.

Su voz sonó como una súplica, y era cierto. Desde que dejó a su amiga en la universidad, y se llevó el auto como pidió, no había hablado con ella.

Willy entró al salón junto a Charlotte y se paralizó al percatarse de cómo se encontraba su padre.

—Will, llama a Keily. Quizás a ti te responda.

—¿Qué sucede, papá? —preguntó él, confundido.

—¡Llámala! —contestó de forma brusca.

Willy obedeció de inmediato, marcó el número de su hermana.

—Sale el buzón —informó, levantando el aparato para que su padre lo viera.

—Maldición —susurró Jack para sí mismo.

—¿Qué pasa, papá? —preguntó Charlotte con cautela.

—Keily no aparece desde anoche —respondió—. He ido a todos los lugares donde podría estar y nada.

Se pasó las manos por la cara en señal de lo frustrado y agotado que se encontraba.

—¿Cómo que no aparece, papá? —cuestionó Willy con desespero—. Debe estar en algún sitio.

Estaba preocupado, Keily no era de las personas que salían mucho. Solo iba de la universidad a la casa después de su ruptura con Alan. Willy abrió los ojos ante sus pensamientos.

—Papá, debe estar con Alan.

Jack salió en un santiamén, dispuesto a ir a casa del italiano. Willy lo siguió y se sentó en el asiento del copiloto.

—Te juro que si la encuentro allí lo voy a matar —Jack dijo mientras apretaba las manos con fuerza en el volante—. Fui muy claro cuando le advertí que se alejara de ella.

—Cálmate, papá. Estoy seguro de que hay una buena explicación para esto.

Trató de suavizar y pidió en silencio que su hermana se encontrara con él. El camino le resultó corto debido a la alta velocidad con que manejó Jack.

Llegaron al portón negro que conectaba con la casita de Alan y entraron. Jack se apresuró a la puerta y tocó varias veces con brusquedad.

—¡Ricci, abre la maldita puerta! —gritó, airado.

Alan salió, se sorprendió al ver a un enojado Jack junto a Willy. Él entró, empujándolo en el proceso, y miró a todos lados en busca de Keily.

—¿Dónde está mi hija? Te advertí que no te acercaras a ella.

—¿Keily? Ella no está aquí —respondió Alan, confundido.

Willy lo miró, incrédulo.

—¿Cómo que no está aquí? No mientas, por favor —suplicó, preocupado.

—Anoche nos vimos, pero la llevé a su casa.

La piel se le erizó al pensar en lo que pasó y cómo Keily le pidió que se fueran. Quería hacerlo, pero la convenció de que no era la mejor forma de resolver los problemas y la llevó a casa después.

—No aparece —dijo Jack con pesar.

—¡Yo la dejé allí! La vi entrar —gritó Alan, desesperado, no podía creer lo que escuchaba.

Inercia © (Bilogía Inercia: Libro 1) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora