Capítulo 8

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—Diez para las diez, justo a tiempo —dijo Alan cuando aparcó el vehículo frente a la casa de Keily.  

Ella sonrió al tiempo que lo miraba directo a los ojos. No se quería ir, pues había pasado unas horas de mucha diversión y despejó la mente.

—Bueno, preciosa, hasta aquí llega tu carruaje.

Alan abrió la puerta del copiloto, se inclinó y le extendió una mano.

—Eres increíble —espetó, divertida.

—Me encantaría que siguiéramos conociéndonos, Keily, que se repita de nuevo la salida —dijo serio y le agarró una mano que apretó con suavidad.

—Eso sería genial.

Keily bajó la cabeza, en un intento de ocultar sus mejillas sonrojadas.

Alan le levantó el mentón, obligándola a verlo y posó la mirada desde sus orbes a los labios. El corazón de Keily latía con fuerza y temblaba al imaginarse qué sentiría si la besara. Él se acercó más, lo que provocó que ella percibiera su respiración en el rostro y cerró los ojos por inercia.

—Deberías entrar a casa.

Saltó en su lugar ante la voz profunda que los interrumpió. Alan se separó de ella y le soltó la mano, dejando una sensación de vacío. A Keily se le heló la sangre cuando se giró y vislumbró a Josh recostado de la puerta con el ceño fruncido.

—Hola, Joshua —saludó Alan, cortés.

 Su respuesta fue un gesto de asentimiento con la cabeza y abrió más la puerta en señal de que Keily debía entrar. Ella suspiró con frustración y se despidió de Alan con un apretón de manos. No obstante, él tiró de uno de sus brazos y le dejó un beso en la mejilla.

—Nos vemos luego —susurró en su oído, lo que provocó que se le erizaran los pelos de la nuca.

 La voz no le salió, así que le hizo una seña con las manos y caminó hacia la entrada. Cuando pasó por el lado de Josh, le propinó una mirada de muerte por haber aparecido de manera tan inoportuna.  

Keily subió las escaleras deprisa y entró a su cuarto. Al momento en que trató de cerrar la puerta, un brazo se lo impidió y Josh se abrió paso de manera brusca.

—¿Qué quieres? —preguntó con rudeza al recordar la interrupción de minutos antes.

—Tenemos que hablar.  

Fijó su mirada en Keily con intensidad. Había algo en ella, tenía los ojos más oscuros y dilatados que de costumbre.

Josh era un chico apuesto, con facciones muy marcadas. Su pelo castaño corto y peinado hacia arriba le otorgaba un aspecto de chico malo y sus orbes grises con tonos café le daban un aura de misterio.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Keily mientras se sentaba en el borde de la cama.

—Es sobre Alan.

Todos sus sentidos se activaron al escuchar ese nombre y sintió las famosas mariposas revolotear en su estómago. Le hizo un ademán con la mano para que hablara.

—Keily, él no es un buen tipo. Lo conozco desde hace un tiempo y te aseguro que debes alejarte —espetó serio, arrodillándose frente a ella para quedar a su altura.

—¿De qué hablas? Él y yo solo somos amigos.

—Me he dado cuenta de cómo lo miras. Sé que hay algo más ahí —afirmó muy seguro.

Ella buscó en su mente algún indicio de que lo que él decía era la realidad. Creyó que sí, porque nunca había sentido nada parecido por alguien.

Inercia © (Bilogía Inercia: Libro 1) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora