Capítulo especial Alan Ricci

507 88 33
                                    

No sé qué estaba haciendo con mi vida, sentía que me habían arrebatado el libre albedrío. Como si fuera una marioneta guiada por hilos invisibles a merced de lo que otros deseaban. Mi trabajo no era tan especial y fui a vivir a un pequeño pueblo, alejado de todo lo que conocía. Mi escape era la universidad, ya que estudiaba lo que me gustaba, y mi única pertenencia era una moto.

«¿Mi existencia sería así de monótona y aburrida para siempre?».

—Te pones pensativo cuando tenemos sexo. —Anna me miró mientras se ponía algún maquillaje en la cara—. Ni siquiera escuchaste lo que te dije. —Su voz salió con reproche.

—Lo siento.

—Te decía que deberíamos salir, Alan. Nuestra relación nunca va a crecer si solo nos vemos para acostarnos.

La palabra que tanto temía: relación. No era un don Juan empedernido ni quería huir al compromiso serio, pero sentía que Anna no era la chica para mí. Me gustaba, solo que hubiese sido más fácil si yo hubiese decidido salir con ella. Además de que no era su mejor opción, se había encargado de dejármelo claro cada que podía y me recordaba lo miserable que era.

Entonces, ¿por qué estaba con ella? Bueno, tenía compromisos con su padre y estaba cansado de estar solo. A veces la culpa me visitaba porque la usaba para satisfacer mis necesidades, pero en realidad no me veía de novio con ella.

Se acercó a la cama, se sentó y me agarró el rostro para que la mirara.

—Ya sé, vamos al centro comercial, amor. Así aprovechas y compras ropa decente. Si vas a seguir saliendo conmigo, lo menos que puedes hacer es estar a la altura.

—No tengo dinero, Anna, mejor otro día.

Traté de salir del paso con esa excusa barata. Ella resopló con fastidio.

—¿Puedes, por lo menos, mostrar un poco de interés en esto? —su pregunta me confundió.

—No sé a qué te refieres.

—Estoy cansada de que siempre soy yo que tomo la iniciativa, Alan.

—Estoy aquí contigo, no sé qué más quieres de mí.

Suspiró con cansancio.

—Está bien, pero hazme compañía.

Puso ojitos de cachorro hambriento y no me quedó de otra que asentir.

***

Habíamos llegado al centro comercial en el auto de Anna, ella salió antes de que me diera tiempo a abrirle la puerta. Estaba molesta y no sabía la razón, las mujeres eran muy complicadas.

—¿A dónde quieres ir primero? —pregunté, tratando de suavizar el ambiente.

—Aún no lo sé, amor. Caminemos y veremos qué me gusta.

Traté de seguirle el paso, pero ella revoloteaba por todas partes sin decidirse a dónde entrar. Me sentía cansado y me recargué de una pared para esperarla. Se paró frente a mí y se puso de puntitas para rodearme el cuello con sus brazos. La ayudé, tomándola por la cintura, y me besó los labios. Lo profundicé sosteniendo su cabeza con mi otra mano.

—Te quiero mucho, Alan —dijo cuando se separó un poco.

No sabía qué responderle, estaba entre la espada y la pared. Ladeé la cabeza y observé a mi salvación de ese momento incómodo. Zoe Roberts estaba frente a una tienda de café junto a una chica que nunca había visto. Aproveché, me solté de Anna y caminé hacia ellas.

Ciao, Zoe, ¿cómo estás? —saludé cuando estuve cerca.

—Hola Alan —respondió mientras me daba la mano—, ella es mi prima Keily.

Mis ojos se posaron sobre la rubia que me miraba con detenimiento. El corazón me golpeó furioso el pecho ante esos ojazos miel que brillaban con intensidad.

—Hola —dijo y fui consciente de que su mirada me recorrió entero.

Me quedé embobado al notar lo preciosa que era esa chica. Su larga cabellera rubia caía en cascadas por sus hombros hasta la cintura. Sus labios lucían rosados y apetecibles, su nariz era pequeña y sus mejillas sonrojadas la hacían ver tierna e inocente.

Anna carraspeó, me agarró del brazo con brusquedad y enterró sus uñas en mi piel.

—Hola, Zoe, y... —dijo, fingiendo interés.

—Keily —respondió la rubia.

—Bonito nombre —halagué—. Soy Alan Ricci y ella es Anna Lee —nos presenté.

—Keily y yo tenemos que irnos —dijo Zoe girándose hacia ella—. Dejemos a los novios solos.

—Nosotros no somos novios.

No sé por qué me vi en la necesidad de aclarar sin dejar de mirar a Keily.

—Estamos saliendo, no hemos dado ese paso aún —Anna habló rápido y me abrazó por la cintura.

—Un gusto conocerte, Keily —me despedí y le extendí la mano.

—El gusto es mío.

Me la tomó y le di un leve apretón. Era suave y pequeña comparada con la mía.

Se alejaron y me quedé hipnotizado mientras miraba por dónde se fueron.

—¿Qué acaba de pasar? —La voz de Anna me sacó de la ensoñación.

Sus manos estaban cerradas y me miraba de mala manera.

—¿Qué pasa de qué? —pregunté, inocente.

—Te comiste con los ojos a la rubia esa, no te vengas a hacer el tonto.

—¡Claro que no! —me defendí, ofendido—. Eres demasiado celosa sin razón alguna.

—Más te vale, Alan, estás conmigo y no estoy dispuesta a perderte.

Me señaló con su índice y caminó enojada hacia la salida.

Me quedé paralizado por unos segundos, no dejaba de pensar en la preciosa rubia de ojos miel que acababa de conocer. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Inercia © (Bilogía Inercia: Libro 1) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora