Intento apartar mi mano de la suya lo más disimuladamente posible. No me gusta ningún tipo de contacto físico y menos con el que resulta ser mi jefe. Me pone algo nerviosa.
Soy buena fingiendo, pero esto es raramente diferente...
Al parecer ha notado mi incomodidad porque se aleja de mí, lo que me produce un tremendo alivio.
— Lo siento. — Dice algo confuso por su propia acción. — Sophia es tan despistada que acostumbro hacer esto y al parecer ya es una manía.
¿Hace esto con las personas que trabajan para él? Sí que es un hombre extraño... además de extremadamente guapo.
— No pasa nada. — Le sonrío algo sonrojada. Puedo sentirlo ya que hasta mis orejas están ardiendo.
Salimos del ascensor y parece que ya lo tenía todo muy calculado, porque el chico encargado del parqueo estaba esperándolo con el auto ya listo.
— Sus llaves, señor. — Es bastante joven. Podría decirse que un adolescente más bien...
— Gracias Thomas.
Sabe el nombre de sus empleados. Eso habla bien de él teniendo en cuenta que deben ser más que docenas.
Su auto es un Lamborghini Veneno Roadster. Claro, era de suponer.
¿Qué cómo lo sé? Mi otro hermano, Keyner, no deja de hablar de él desde antes que lo crearan.
Ambos somos adictos a Need For Speed. Raro, sí, pero él me gana por kilómetros.
— ¿Qué te parece? — Pregunta al ver que observo cada detalle .
— Nada mal. — Respondo tratando de fingir el menor interés posible.
La verdad es que no me asombro. Es algo lógico; los ricos conducen autos lujosos y extremadamente caros.
Se ríe.
— Creo que eres una mujer difícil de impresionar.
Me abre la puerta, y en lo que doy un paso hacia delante nuestros cuerpos se rozan delicadamente. Me doy cuenta de que él sonríe, mientras que a mí me recorre un escalofrío al sentir su contacto.
Llevamos más de treinta minutos de camino y aún no sé hacia dónde vamos.
— ¿A dónde nos dirigimos? — Pregunto intentando romper con el silencio que inunda en el interior del auto.
— Eres algo impaciente. — Me dice sonriendo. — Pero ya hemos llegado.
Miro hacia el frente y observo que hay un portón gigante. Él sale del auto y logro ver que digita un pin en la esquina izquierda.
— Necesitaremos un portero. — Me informa.
No le respondo y me limito a mirar mis manos que están hechas un laberinto de nervios.
Entramos en la propiedad y parece que hay una autopista. La cera es en extremo ancha. Observo por la ventanilla y aprecio el paisaje que vamos dejando atrás. Es un lugar hermoso y verde para ser N.Y... Además de largo ya que vamos por el minuto quince, aproximadamente.
— Aquí es.
Se me caen los ojos, literalmente. ¿Eso es una casa o un castillo?
— Permíteme. — Lo veo salir y rodear el auto hasta llegar a la puerta del copiloto.
— Gracias. — Le sonrío algo apenada y no sé por qué.
Me lleva hacia donde parece ser el jardín. El lugar es realmente increíble. El terreno tiene alrededor de dos hectáreas y un lago que lo hace ver muy campestre; sin contar la fabulosa vista que hay.
— ¿Qué opinas de este lugar? — Pregunta él.
— Es estupendo. Te hace sentir como si estuvieses en un lugar ajeno al mundo.
Sonríe satisfecho.
— ¿Y para organizar un aniversario?
— Será mejor aún. Estoy segura de que le dará la comodidad y encanto que quizás en otros sitios no encontremos. Ha hecho usted una excelente elección, señor.
— Perfecto. — ¿Por qué demonios no deja de mirarme de esa manera tan extraña?
— Debe estar muy orgulloso de vivir aquí, Sr. Weethford.
Comienza a caminar hacia mí.
— De hecho esta aún no es mi casa.
¡¿Qué fue lo que oyeron mis oídos?!
— ¿Perdón? ¿Cómo? No entiendo.
— Necesitaba una opinión femenina y tú me la diste. A ti te gustó. Escogiste este lugar así que ya está. Llamaré a la agencia de bienes raíces.
Abro los ojos como platos.
— Señor, no es necesario. Podemos encontrar otro sitio. Esto debe costar una fortuna. — Digo intentado convencerlo.
— Eso no es ningún problema para mí. — Responde mientras sigue avanzando hacia donde estoy con una mirada misteriosa que me envuelve y me desvanece lentamente. — Soy un hombre que puede tener lo que desea.
¿Por qué siento que eso es una indirecta?
¡Salvada por la campana! Digo para mis adentros en el momento en que su celular comienza a sonar, pero él continúa mirándome... Es como si contestar no estuviese entre sus opciones.
— Discúlpame un momento.
¡Al fin! Me siento liberada cuando da la vuelta y se aleja un poco.
— Hola pequeña. — Dice él.
¿Con quién hablará? Pregunta la entrometida voz de mi cerebro.
— Está bien, cielo. — Me mira haciendo un gesto de que aguarde un segundo. — Te amo. Cuídate. — Es obvio que con su novia. — Te mando besos. Adiós. — Cuelga y se dirige a mí de nuevo.
Cuando veo que se acerca a la misma distancia de antes, automáticamente doy unos pasos hacia atrás.
Me mira confundido en espera de una explicación; la cual no hay.
— Era Sophia. — Me aclara él.
¡Que me ahorquen! ¿Ella es su novia? Qué vergüenza... Aunque ahora lo entiendo todo.
— Dice que no podrá venir. Le adelantaron el vuelo y ya está camino al aeropuerto.
— Bien. — Pronuncio casi sin voz.
— Tratarás conmigo cualquier consulta que tengas. El presupuesto es ilimitado. Haz todo lo que te parezca.
— Muy bien, señor. ¿Le parece si empiezo ya mismo?
— Vale. El evento será al aire libre, pero antes déjame enseñarte el interior de la casa. — Mansión querrá decir.
Parece algo entusiasmado, y su expresión hace que se vea más joven de lo que ya es.
Por cierto, ¿cuántos años tendrá esta divinidad de hombre? Que por supuesto ya tiene novia. Claro, un hombre como él no podría estar soltero.
Me coje de la mano otra vez; esto sí que se le ha vuelto costumbre.
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TU MIRADA: MI PERDICIÓN
RomanceAnalía Ripoll es una universitaria muy bella, dulce e inocente que amaba la vida; hasta que un suceso la cambió para siempre. Ella y su familia deciden mudarse a New York. Lía está decidida a empezar desde cero, lejos de todo... Sin imaginar que en...