La casa está totalmente vacía y todas las paredes se encuentran pintadas de blanco. Es enorme, de tres pisos. Estamos en la planta baja, pero ya he quedado encantada.
— ¿Y quién se encargará del diseño interior? — Le pregunto mientras sigo inspeccionando el lugar.
— Tú. Si quieres. — Dice sonriente. — Sophia me dijo que también sabes de eso.
— ¿Yo? Lo siento, señor, pero esa no es mi especialización. No tengo experiencia.
— Aún sin experiencia estoy seguro de que puedes hacer lo que sea. — Afirma él mirándome de una manera muy confusa. — Aprenderás rápido.
¿Qué es lo que insinúa? ¿Estamos hablando de lo mismo?
— No lo creo. Además voy a cursar otra carrera el próximo año, señor.
— Pensé que te gustaba hacer esto.
— Y lo es. Sólo que... Bueno, al mudarme aquí decidí empezar de cero; incluyendo los estudios.
— Interesante... — Comenta él mientras se pasa una mano por su suave y perfecto cabello.
¡Qué sexy es! Me limpio la baba mental y trato de concentrarme.
— ¿Y qué estudiarás? —
— Psiquiatría.
Me mira sonriente y estoy segura de haber descifrado lo que está a punto de decir.
— Así que quieres tratar con locos.
Lo sabía. La verdad es que no me sorprende.
Me río.
— ¿Sabes? La mayoría de las personas piensan igual que tú, pero no. Es algo mucho más complejo.
¡Lo acabo de tutear! ¡Dios, qué pena! No encuentro la manera de desaparecer.
— Lo lamento — digo en un susurro bajando la mirada.
— ¿Qué lamentas? — dice él encorbándose un poco para juntar su mirada con la mía. — ¿Tutearme?
— Usted es mi jefe, señor. Le debo respeto.
— No me lo has faltado, Analía. — Es la primera vez que pronuncia mi nombre y suena tan bien en sus labios. — De hecho, no me molesta que tú lo hagas. — ¿Me está coqueteando? — No soy tan mayor como me hace ver este traje. — dice quitándose el saco y desajustando su corbata.
Sí, eso ya lo he podido notar, pero no le respondo absolutamente nada.
La verdad es que jamás me ha interesado ningún hombre. No es como que él sea la excepción, pero no tolero tanta cercanía de nadie, menos sabiendo que tiene novia.
— Ven— me dice, intentando cambiar de tema al notar mi silencio. — Te enseñaré los otros dos pisos.
Avanzo unos pasos por en frente de él y puedo sentir cómo clava su mirada en mi trasero. Odio cuando me pasa eso.
Cuando voy a subir el segundo escalón siento que se me mueve el mundo. La cabeza me da vueltas y no soy capaz de controlar mi cuerpo. Estoy a punto de caer de espaldas y lo peor es que no puedo hacer nada; mis piernas no responden.
Cerré los ojos por instinto. No sé en qué momento sucedió, pero cuando los abro ahí está él, sujetándome de la cintura y apretándome fuerte contra su cuerpo.
Quedé a la altura de su boca. Sus perfectos y carnosos labios.
No lo había notado, pero al igual que él, yo le tengo rodeado el cuello con mi brazo izquierdo mientras que el otro está en su pecho. Muero por poder acariciarle el cabello.
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TU MIRADA: MI PERDICIÓN
RomanceAnalía Ripoll es una universitaria muy bella, dulce e inocente que amaba la vida; hasta que un suceso la cambió para siempre. Ella y su familia deciden mudarse a New York. Lía está decidida a empezar desde cero, lejos de todo... Sin imaginar que en...