Capítulo 12

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Parpadeo como relámpago. Intento evadir su mirada y me pongo tensa.

— Kenny. ¡Oh, por Dios! No soy ninguna mujer de experiencia como tú piensas. ¿Me entiendes? —En algún lugar de mí, me hago chiquita y me escondo dentro de un armario de lo roja que estoy. ¿Por qué rayos me da tanta pena?

Kenny frunce el ceño y tiene un ligero aire de preocupación.

— Me temo que tendrás que ser más clara porque aún no pillo el punto.

— Sí lo entiendes. Es exactamente lo que estás pensando. —Respiro tan hondo como me es posible, llenándome de valor para decirlo en voz alta—. ¡Nunca he tenido relaciones sexuales!

Listo, pues... Ya lo he dicho.

Él me observa incrédulo, con los ojos muy abiertos. Tiene cara de circunstancia y está buscando algo en mi rostro de seriedad que le diga que estoy bromeando. Pero no es así. No lo hago.

— Eres virgen —dice al fin. Sin mirarme en lo más mínimo, se aleja de mí y se lleva una mano a la cabeza. Está horrorizado. Abrumado—. ¡Santo Cielo! ¡Eres una niña!

¿¡Qué!? El hecho de que lo sea no me hace menos mujer. Me siento ofendida. ¡Arrrggg!

— ¿Tan molesto estás para no darme la cara? —le pregunto yo, con la vista hacia abajo.

Su silencio me desespera, no soporto que las personas estén calladas, y menos él. Siento su cercanía de nuevo antes de que me tome de la barbilla con delicadeza y me obligue a mirarlo.

— No, preciosa. No estoy enfadado -me dice en voz baja con tranquilidad—. ¿Cómo podría estarlo? —Deja salir un respiro que parece que ha estado ocultado desde hace años y ladea la cabeza—. ¿Es que no lo entiendes aún?

— ¡No! ¿Entender qué? ¡Explícame!

— Estoy frente a una mujer tan inocente, y... Eso me hace sentir como un completo imbécil. ¡El más grande de todos!

— ¿Por qué? —Pregunto desorientada por no comprender.

— Porque me he comportado como un miserable patán contigo. Y sé que esto está mal, es sólo que... No quiero alejarme de ti. Ni tampoco puedo alejarte de mí. Llámame egoísta, pero no soporto la idea de que haya otro hombre cerca de ti.

Abro los ojos como platos al escucharlo. ¿Si es así, por qué me está haciendo sentir tan mal? No lo entiendo. ¿Por qué está mal? ¿No era eso lo que buscaba de mí? De verdad me siento más que atraída por él, pero a pesar de eso, parece no darse cuenta y me tiene aquí, asesinándome con su extraña perplejidad.

— ¿Y entonces? —le pregunto insistente.

— No quisiera hacerte daño. No a ti —murmura con un hilo de voz y expresión sincera—. Debes saber que no tengo absolutamente nada que ofrecer.

— El riesgo y los peligros son parte del atractivo de la vida. —Coloco mi mano sobre la suya que aún sigue en mi cara. Es la primera vez que yo lo toco, y es increíble cómo ese mínimo contacto ha producido una oleada de electricidad en mí.

— ¿Estás totalmente segura? —Es difícil saber qué decir. Sus palabras me sugieren que lo rechace y me aleje por completo, pero su rostro refleja una pincelada de esperanza, insinuándome que me deje llevar por él.

— Muy segura. —No, claro que no lo estoy. Ni siquiera sé qué es lo que hago, y es muy probable que mañana me arrepienta, pero en este momento no.

El transcurso del camino fue veloz. No sé si es por mis nervios o porque Frank conduce demasiado rápido.

Su departamento está igual: impecable y sumamente ordenado.

TU MIRADA: MI PERDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora