Me despierto con un ruido que me activa todos los sentidos. Abro los ojos de par en par y me siento en la cama, medio atontada por el sueño... Y lo primero que veo es a esa mirada café dorada, mirándome con diversión. ¡Vaya, qué guapo es este hombre por las mañanas! Por un momento había olvidado en dónde estoy.
— Buenos días. Lamento haberte despertado —me dice, de pie a un costado de la cama, luciendo irresistible con sólo sus bóxer y una camiseta blanca—. No fue mi intención.
— Hola —mi voz es casi un susurro. Por Dios. Todo sigue a oscuras aún, no comprendo por qué está despierto—. ¿Qué hora es?
— Es casi mediodía. —Estira el brazo y coge un control remoto que está sobre la mesa de noche. Oprime un número y las cortinas se abren, dejando pasar a los rayos del sol. Me cubro los ojos con el antebrazo, mientras Kenny tiene una sonrisa cómplice—. ¿Sabes? Podría acostumbrarme a esta vista por las mañanas muy fácilmente.
Me quedo pensado unos segundos, intentado descifrar de qué me habla. Hasta que lo miro y me doy cuenta de que él no me ve a los ojos... ¡Su mirada está en mis pechos! Qué pervertido...
Bajo el brazo y me cubro con la sábana, tan roja como si acabase de broncearme. Él ya me vio desnuda, y que me tape con un pedazo de tela no borrará el hecho de que tuve sexo con él. Debería dejarme de tantas estupideces infantiles, pero me sigue dando pena. ¡Ahg!— ¿Por qué no me despertaste?
— Parecías cansada. Además, me resultó interesante tu manera de dormir.
— ¿Mi manera de dormir? ¿Qué significa eso?
— ¿Extraña? —se pregunta a él mismo—. No, no creo que esa sea la palabra —se corrige—, digamos que poco común.
Pongo los ojos en blanco. Es insultante que me diga eso. No es que no lo supiera. ¿Pero él? Es un atrevido.
Se ríe al ver mi expresión. ¡Tampoco puedo creer que se esté riendo de mí!
— Dime, ¿has dormido bien? —me pregunta, todavía entre risas.
¿Que si he dormido bien? Pues me imagino que un «¡Mejor que nunca!» le respondería bien. Hace mucho tiempo que no me despertaba tan tarde, teniendo en cuenta el hecho de que ¡no dormí en mi cama!
— Sí, muy bien, gracias.
— ¿Y cómo te sientes? Ya sabes a lo que me refiero. — Hace un gesto con la cabeza de un «eso» que me sonroja y a la vez me hace sonreír como lela.
— Estoy bien.
— Me gustaría que hablaras conmigo sin ninguna pena.
Me sonrojo.
Me sonrojo más...
Esto no va bien. Necesito cambiar de tema.
— ¿Qué traes en esa bandeja?
— Tu desayuno —dice—. Imaginé que tendrías ganas de comer algo.
¿Ganas de comer algo? No es exactamente lo que yo usaría para definir a la terrible hambre que me acecha en este momento.
— Pensé que no sabías cocinar.
— Ah. Es sólo fruta picada, café, tostadas, zumo de naranja y otras cosas que encontré por ahí. —Atrae la bandeja hacia mí y sonríe, tan provocativo como siempre. Coge una de las fresas y la lleva hasta mis labios—. Abre la boca —me dice, en tono autoritario.
Me quedo dudando un segundo, pero al final lo hago. Presiono los dientes sobre la fruta, mientras Kenny repite el proceso un par de veces más.
Él se acerca a mis labios, mirándolos fijamente; comienzo a respirar con dificultad, intentado pensar en lo que hará, pero lo único que logro conseguir es que todos los pensamientos sucios invadan mi cabeza. Cierro los ojos momentáneamente, pero me toma por sorpresa cuando me arrebata la mitad de la fresa, mordisqueándola y haciendo un contacto conmigo. Puedo sentir su sonrisa junto a mi boca. Sin pensarlo dos veces, le rodeo el cuello con ambas manos y lo beso con desenfreno. Kenny me coge de las caderas y me sienta sobre sus piernas. Por un segundo había olvidado la increíble sensación de su lengua junto a la mía, del sabor exquisito que me dan sus besos. Su mano izquierda sube hasta uno de mis senos, lo aprieta entre sus dedos y se me escapa un leve gemido. Parece imposible la reacción que cualquiera roce de su cuerpo le produce al mío.
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TU MIRADA: MI PERDICIÓN
RomanceAnalía Ripoll es una universitaria muy bella, dulce e inocente que amaba la vida; hasta que un suceso la cambió para siempre. Ella y su familia deciden mudarse a New York. Lía está decidida a empezar desde cero, lejos de todo... Sin imaginar que en...