Durante toda nuestra vida siempre perseguimos algo, siempre vamos detrás de una meta, de algo que queremos conseguir, un objetivo marcado, un logro, algo material. Pasamos nuestra vida corriendo, de un lado para otro, sin ni si quiera pararnos durante un segundo a contemplar las vistas. Nos centramos en la meta, en el final, solo valoramos el conseguirlo, y no nos damos cuenta de que lo realmente importante es el camino que recorremos hasta conseguirlo. Nos obcecamos y obsesionamos tanto con los objetivos que nos olvidamos de pausar durante un instante, mirar a nuestro alrededor, contemplar las vistas antes nosotros, valorar el camino que ya hemos recorrido y el que todavía nos queda por descubrir. Eso es la vida, un largo camino que comienza el día en que nacemos, siendo un bebé, que no sabe nada ni sabe lo que le deparará el futuro, pero que comienza por todo lo alto chillando y rabiando, porque ha llegado aquí para comerse el mundo, y el camino acaba cuando morimos, cuando nos rendimos y nos dejamos llevar, cuando asumimos que hemos dado todo de nosotros mismos y esto llega a su fin. Eso es la vida, un camino, un camino que cada uno creamos a nuestra manera, unos eligen ir por carretera asfaltada y parar a descansar en lujosos hoteles, fijándose solo en lo material y en lo que consiguen. Otros forjamos nuestro camino a través de todo el mundo, creamos nuestro camino allá por donde nadie nunca había pasado, visitamos sitios que nunca nadie había visto, desvirgamos paisajes con nuestros ojos, dibujamos sendas en las praderas con nuestros pies, esculpimos las paredes de roca con nuestros gritos eufóricos, removemos las aguas de lagos calmados con nuestro cuerpo desnudo, nosotros, que creamos instantes a lo largo de nuestro camino, momentos que recordaremos más allá de la vida, latidos. Valorar cada instante, eso es lo realmente importante. Los momentos son efímeros, como los logros, pero los recuerdos, los recuerdos son para siempre. Por ello tenemos que forjar una serie de recuerdos a lo largo de nuestras vidas que nos permitan mirar atrás y sonreír, que nos den fuerza para seguir adelante y seguir creando esos recuerdos. Vivir el momento, disfrutar el instante, porque estamos hechos de instantes. Instantes buenos, malos, horribles o inolvidables. Aprovéchalos, vívelos al máximo, disfrútalos. Olvídate de todo, sé feliz mientras puedas, valoro lo esencial, dile a la chica que te gusta todo lo que sientes porque quizás mañana se te haya adelantando el chulo del instituto que no se merece a esa chica, se valiente y deja ese trabajo que no te gusta, déjalo y lucha por hacer algo en tu día a día que te llene y te haga sentirte realizado, dile a tus padres que no quieres estudiar medicina y trabajar en la clínica de tu abuelo como él y tu padre, que quieres estudiar Bellas Artes y esculpir cuerpos que se expongan en todos los museos del mundo, vive como tú desees, sin dejar que nada ni nadie te diga como debes vivir, vive cada momento como a ti te apetezca, no dejes nada por hacer, haz en cada instante que sea el mejor instante de tu vida, se feliz sin pensarlo, y para cuando lo quieras pensar, habrás vivido una vida plena y feliz. Cada instante es efímero, así que vívelo, como tú sabes, con quien tú quieras, de la manera en la que desees, lucha por forjar ese camino lejos del de todos lo demás sin miedo a que te llamen loco, sé el loco, que es mucho mejor que ser normal, se diferente, que en lo común está lo aburrido. No tengas miedo a salirte del camino que siempre nos han enseñado, porque es cuando nos cuestionamos las cosas que nadie más se cuestiona cuando descubrimos aquellas cosas que nadie más había descubierto. Crea una vida a base de instantes, y a cada instante dale el valor que se merece, recordando los mejores para la posteridad.