CAPÍTULO 3

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Desde jalonazos de cabello, hasta chicle en mi asiento han sido los castigos sutiles y molestos que me han impuesto las Mean Girls (llamadas así por Michael). Ha sido así durante dos semanas para mí, pensé que sería peor pero no, sólo son bromas bastantes molestas de las que realmente no puedo quejarme con algún profesor. Pero me ha ido mejor a mí, pues Gael está empecinado en perseguir a Michael.

¿Recuerdan que les dije que a los futbolistas les costaba encontrar a Michael en los descansos para reclutarlo? Bueno, pues sigue siendo así, y aunque aún ponen algo de esfuerzo, nunca llegan a nada. El verdadero problema era la compañía: además de Gael, Sebastián (quién, por cierto, no está tan metido en esto de la persecución) y Luis, hay dos futbolistas más, pero estos son del último curso. Aunque son sólo 1 año mayores parecen mucho más grandes y amenazadores, como un par de gorilas. Este par de amenazas ayudaban a Gael a buscar a Michael y de vez en cuando me hacían tropezar y se reían.

Aunque Michael era bueno escabulléndose, me temía que tarde o temprano lo iban a encontrar y lo único que quedaría de él serían huesos rotos.

− ¿Sabes dónde está Michael? −Preguntó Marta un día mientras estábamos en receso.

−No, nadie sabe dónde se mete en los recesos. −Respondí dándole una mordida a mi sándwich.

− ¿Pero ni siquiera tú? −Interrumpió Marcia sin despegar la vista de su libro−, es decir, él es como tu amigo de bullying o algo así.

−No es mi amigo de bullying. Y no, no sé dónde está. Tal vez tiene miedo de que termine por delatarlo.

− ¿Tú lo delatarías? −Preguntó Marta nuevamente. Me quedé en silencio y lo pensé un poco.

−No. No, creo que no, pero es mejor que no deposite todos sus huevos en una canasta.

− ¿Y eso que se supone que quiere decir? −Marcia preguntó poniéndole un separador a su libro y mirándome.

−Que tal vez no debería confiar completamente en mi criterio. Yo juré que haría lo que fuera por pasar desapercibida y mira, ahora soy blanco de estos idiotas.

Ambas se quedaron en silencio y no musitaron palabra hasta que el timbre sonó indicando que debíamos volver a clases.

En el camino me separé de las gemelas para ir al baño. Hice mis necesidades, lavé mis manos y me arreglé un poco el cabello (aunque, siendo sinceros, mi cabello se arregla cuando quiere y como quiere).

Cuando ya estaba en la puerta Geraldine se atravesó, eso me asustó, pero pareció ser accidental.

−Oh, lo siento. ¿Te asusté? −Dijo con la voz más tonta e inocente que he escuchado nunca.

−Oh no, está bien.

−Oye, ¿me puedes ayudar con algo?

−Uh, ¿Con qué? No quiero ser grosera, pero quiero ir pronto al salón.

− ¡No te preocupes, solo tomará dos minutos!

Miré hacia afuera del baño con una expresión de resignación queriendo irme de ahí. Suspiré y asentí a Geraldine y a su pedido. Ella sonrió complacida y me jaló al baño.

− ¿Podrías sostener la puerta? Sé que se supone que no se abren ni nada, pero es que tengo ciertos traumas con las puertas de mi anterior escuela.

−Está bien, sostendré tu puerta.

−Umm... ¿Tendrás también...? Ya sabes... Eso.

− ¿Toallas? −Ella asintió apenada y yo rasqué mi nuca− Tengo en el salón, si me esperas iré corriendo y te traeré una.

Damage.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora