CAPÍTULO 18

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Patricia había iniciado con la terapia, Felipe y yo la acompañábamos y la animábamos. En el colegio la ayudé a evitar comer tanto y en su lugar busqué la manera de que descargara su frustración en otras cosas como el dibujo o las manualidades, tal como el psicólogo me había pedido que hiciera.

El señor Casas, un hombre cuarentón alto, delgado, rubio/castaño y con cara de bebé, había resultado ser una persona lo más de agradable. Nunca me contaba lo que Patricia le decía, pero sí me contaba en cómo podía ayudarla. Al mismo tiempo conocí a los papás de Patricia, debido a que ella era menor de edad necesitaba consentimiento de sus padres. Eran unas personas agradables, altos, delgados y de facciones finas, ahí pude saber de dónde había sacado Patricia la belleza.

Por otro lado, Camila tenía razón respecto a Sebastián: Patricia nunca le había contado lo de sus desórdenes alimenticios. Y, en contra de lo que Felipe le había pedido, ella tampoco decidió contarle. Patricia intentaba no celar a Sebastián por su propio bien, aunque a ratos él se lo hacía imposible.

Hoy estábamos en descanso, miércoles por la mañana. Patricia había tenido un ataque de celos porque Geraldine se había sentado en las piernas de Sebastián y él no había hecho nada por impedírselo. Patricia estaba sentada a mi lado con el ceño fruncido tejiendo una manilla con hilos, llevaba 3 manillas hechas y ya iba por la cuarta. Me estaba molestando mucho la actitud que Sebastián estaba teniendo, Patricia realmente estaba poniendo de su parte para evitar ser autodestructiva, pero él parecía divertirse con este tipo de situaciones.

Le escribí un mensaje diciendo que necesitaba hablar con él ahora mismo y que me viera en el salón. Me levanté con la excusa que necesitaba ir por algo y me dirigí a mi destino. Me quedé parada y de brazos cruzados esperándolo hasta que unos dos minutos más tarde llegó.

− ¿Qué pasa, Dalila? ¿Sucedió algo?

−Sebas, ¿Se puede saber por qué te estás comportando como un idiota?

− ¿Yo me estoy comportando como un idiota?

− ¿Hay alguien más aquí a quien pueda insultar?

−Si te refieres a Patricia, no es mi culpa. Ella me cela por todo.

−Mira, si una vieja equis viene y se le sienta en las piernas a mi novio y él no hace nada por evitarlo a mí también me va a dar rabia. Eso es una falta de respeto.

− ¿Sólo por eso?

−Sebastián, Patricia ha estado intentando no celarte porque sabe que está mal, pero tú sigues codeándote con Geraldine.

− ¿Dices que porque tengo novia no puedo tener amigas porque ella se va a molestar?

−No tergiverses mi palabras −Espeté apuntándole acusadoramente con el dedo−. A nadie le importa si tienes un millón de amigos o si eres un puto vago solitario. No importa si tienes amigas, lo que importa es cómo actúas con ellas. ¿O qué? ¿Crees que no se notan los leves roces que le das a Geraldine mientras te cercioras de que Patricia lo vea? ¿Crees que soy idiota y no me doy cuenta? ¿Crees que la gente a nuestro alrededor no se da cuenta?

Sebastián se quedó callado sin saber qué más decirme para defenderse, esperaba que se diera cuenta de que estaba siendo un idiota y que hiciera algo por evitarlo.

−Dime una cosa, Sebastián, quiero que seas honesto. ¿Te gusta Geraldine?

− ¡¿Qué?! ¡No! A mí me encanta Patricia, Geraldine es sólo... Pues para molestarla.

− ¿En serio quieres a Patricia?

−Claro que sí.

−Pues con tus acciones no lo parece.

Damage.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora