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Rize al fin después de una semana ya había podido dormir de forma placentera, las benditas pastillas para dormir de la abuela la dejaban casi muerta al acostarse, aunque sabía que tampoco podía volverse adicta a cierto remedio, por lo que decidió tomarlas de poco a poco, no cayendo en la adicción o terminaría dándole mas horas de su tiempo a la abuela en sus cuartos antiguos con clientes listos para ser atendidos.
Pero ahora tenía otro problema: Y es que si bien empezaba a controlar las pesadillas, empezaba a tener algunos escalofríos cada vez que estaba cerca de ciertos elementos, como cuando pasaba por alguna construcción y le llegaba la mente la pesadilla de las vigas de acero, pasaba rápido por los hospitales por las noches unos segundos cuando caminaba por la calle y sentía escalofríos en su piel, y si acaso veía a algún payaso sentía miedo, no sabía porque su mente reaccionaba de esa forma, ¿fobias, traumas, su pasado que no recuerda?, ella no lo sabía el abanico de posibilidades era infinito. Sumando que la conversación que tuvo con Kaneki y lo de la "localización satelital", decidió pasarle la carta de Tarot que ella tenía de la "diosa búho" a Kaneki para que la "investigación" avanzara, ya no tenía nada que ocultarle sobre su problema con lo de sus acosadores, pero todo esto fue como una bomba en su cabeza, a si que planeaba despejarse he irse de viaje algún lado.
Eran las 11 de la mañana y Rize tenía que ir al trabajo en la tarde, estaba acomodando mas cajas de su nueva mudanza para ya tirarlas a la basura cuando alguien toco la puerta, camino hasta la puerta y se fijo en el pequeño agujero superior de la misma, su vecina había llegado a visitarla y cargaba una maceta que tenía flores moradas, ella abrió la puerta.
—Hola Tsubaki, ¿qué trae por aquí?. —Preguntó Rize casualmente, aunque intuía el porque de su visita.
—Rize necesitamos hablar, ¿podemos?. —La mirada de Tsubaki delataba que estaba preocupada, se quito los zapatos y pasó con calcetines cuando Rize le dio la bienvenida.
Ambas chicas sentadas en la mesa de la cocina una frente a otra, la maceta había quedado en la mesa (que tenía flores de Ayame), mientras Rize servía de manera refinada el café del día en las dos tazas, Tsubaki miraba su taza encontrando las palabras correctas para iniciar la conversación.
—Son muy bellas las flores que trajiste Tsubaki. —Comenzó Rize.
—Si, son un regalo por tu nueva mudanza, me recuerdan mucho al color de tus ojos, aunque también me hubiera gustado haberlas conseguido en color blanco por el color de tu cabello.
—Ya veo, gracias son muy lindas...pero te notó algo tensa, ¿estás bien?.
Tsubaki la miró con el ceño fruncido, se sentía incomoda que ayer un investigador que se fue con su vecina, el mal augurio que presentía con el tal Kaneki Ken le dejaba con la pregunta del millón.
—¡Oh por amor de dios!, ¡¿a quién engaño?!—Tsubaki exclamó y se paró de la mesa apoyando las manos en la superficie de madera, notando como su vecina solo la miraba tranquila. —¡¿Desde cuándo sales con investigadores del TSC?!, sabes que por nuestros negocios te expones a que nos cuelguen. —Tsubaki señalo con mirada acusatoria a Rize.
—Tsubaki...—Rize suspiró mientras veía a su vecina hablar de manera dramática, quería explicarle pero su vecina seguía hablando.
—Si te está chantajeando, lo estuve pensando y conozco a alguien que nos puede hacer el favor.
—Tsubaki espera...—Rize se paro de su lugar para al menos tomar de los hombros a su vecina y calmar todo lo exaltada que estaba.
—Ya veras, esta persona puede convertir al investigador en pequeños trozos y repartirlo en varias zonas de Tokio—Decía Tsubaki mientras explicaba todo con señas de manos (imaginando el tamaño de los hipotéticos pedazos), ignorando como Rize la tomaba de los hombros mientras seguía hablando que como solucionar el dichoso problema. —¿Qué pasa Rize-san?
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Higanbana
Mystery / ThrillerCuando se volvieron a encontrar, un sentimiento de curiosidad surgió ese otoño tres años después de haber culminado con uno de los peores sucesos para la ciudad de Tokio. Ella quien surgió de la nada como las flores de higanbana y el volviendo a rec...