—¿Estás seguro? —preguntó el chico castaño.
—Si, lo estoy —aseguró— No tienes que preocuparte. Además soy tu hermano mayor.
—Solo por cinco minutos.
—Escucha, Fluke, estaré bien, sabes que a veces me gusta estar solo —explicó Drake— Te veré mañana ¿De acuerdo?
—¿Seguro que no quieres que te acompañe un momento? —insistió Fluke.
—No, ve a casa. No creo que a mamá le guste la idea de tener a su pequeño fuera de casa —manifestó con ironía.
—Drake-
—Lo siento, Nong. No quería que sonara de esa forma —acercandosé a su hermanito puso una mano en su hombro— Sé que no tienes la culpa de que yo sea un desastre que decepcionó a nuestros padres.
—No digas eso, mamá y papá te quieren, a su manera, pero te quieren —repuso sonriendo levemente— Además sabes que yo te quiero aún más. Ven a casa conmigo.
—No insistas, Fluke.
—Está bien —se rindió soltando un suspiro— Pero quiero verte mañana. En el Coffe Café, a las nueve.
—Ahí estaré —confirmó mostrando una ligera sonrisa.
—Despierta, Fluke —susurró Ohm.
El castaño abrió lentamente los ojos.
—¿Ohm? —dijo con la voz somnolienta— ¿Qué pasa?
—Creo que estabas teniendo una pesadilla —comentó ayudando a Fluke a sentarse en la cama y acomodándose él también quedando frente al Omega— ¿Quién es Drake? —preguntó con duda— Lo mencionaste cuando-
—¿Que haces acá? —interrumpió el castaño.
—Solo quise ver cómo estabas —mencionó Ohm — ¿Me dirás quién es Drake?
—Era mí hermano —dijo con simpleza.
—¿Era?
—Si, era, ¿Qué acaso no lo oíste, Alfa? —contestó al borde de la ira.
—Hey, tranquilo pequeño —tomando la mano de Fluke con delicadeza— Si no quieres decírmelo, está bien.
Fluke solo se quedó en silencio, bajando la mirada soltó un suspiro.
—Él era mí gemelo. Drake murió hace más de un año y como verás aún no lo supero —explicó con una triste sonrisa— Soy patético.
—No, no lo eres. Es normal recordar a alguien que quisiste mucho —poniendo una mano bajo la barbilla de Fluke elevó su cabeza— Si quieres llorar, hazlo, no te juzgaré.
—Lo odio —dijo Fluke soltando un sollozo— Me dejó solo, cuando más lo necesitaba.
—Quizas no fue su culpa —con ternura acarició la mejilla del menor limpiando una lágrima.
—¿Qué no fue su culpa? Claro que fue su culpa, fue él quién se rindió —expresó en voz alta— Por qué no me dijo nada, yo hubiera tratado de ayudarlo. Yo habría dado mí vida por él. Pero él solo —hizo una pausa tratando de controlar las lágrimas— ... él solo agarró esa cuerda y-
—Shhh, shhh. Tranquilo —abrazando a Fluke trató de calmarlo.
—Teniamos que vernos al día siguiente, pero él nunca llegó —continuó el Omega— Tan solo recibí una llamada de mí madre y... cuando llegué a casa nadie decía nada, solo me miraban con lástima. Ni siquiera pude despedirme. Debí haber insistido y quedarme con él.