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Los rallos del sol entraron por la ventana llegando a los parpados del de cabellos lilas, quien se aferra con fuerza a la almohada, deseando solo un poco más de tiempo para dormir. Cinco minutos más insiste en repetir mentalmente, como si con ello sus deseos se fueran a cumplir. La alarma suena una vez más y como respuesta al insistente timbre se envuelve entre las sabanas, rogando por piedad y que de la nada las clases de ese día se cancelen.

La noche anterior le costó conciliar el sueño por darle vueltas a cierto asunto que se llevará a cabo esa tarde, estuvo a punto de tener un ataque de nervios y ansiedad, casi baja a la cocina para asaltar la nevara al igual que su hermano todas las madrugadas.

La alarma suena por tercera vez indicándole lo tarde que es y entre susurros de rabitas se levanta de la cama fastidiado y odiándose por ceder a las peticiones de un hermoso rubio, con fascinantes ojos y mirada profunda que logro convencerlo de hacer algo que no es de su agrado solo con su carita preciosa. Un día sin lugar a dudas aceptaría matar por él, aun que en esos momentos su víctima será Shaka, pues nadie se mete con sus ocho horas de necesario sueño reparador, ni siquiera su amor.

Se llevo un susto de muerte al entrar al baño y verse en el espejo con los cabellos alborotados, ojeras de mapache y cara de zombi. Hizo una última rabieta antes de ducharse. Simplemente llego a la conclusión de que será un día muy largo y por el bien de la salud física del rubio que no le salga con más sorpresas.

El mañana continuo con su habitual rutina. Su padre Hakurei en mano izquierda el periódico, mientras en la derecha la taza con café sin azúcar. Shion devorando todo aquello depositado en su plato y papi Avenir preguntándoles a todo por los pendientes del día, manteniendo una agradable conversación entre todos durante el desayuno.

Todo estaría muy bien siguiendo su curso habitual, si no se encontrara molesto y cansado por el desvelo de la noche anterior, necesita dormir un poco más, desea dormir y matar de paso a Shaka. Suspira y se obliga a calmarse y disfrutar de los mimos de sus padres al igual que de la agradable mañana.

Camina por las calles tarareando la canción que suena en sus auriculares, calmando un poco su inestable humor. Unas calles más y se encontraría con Aphrodite. El de cabellos celeste ciertamente le alegrara el día con sus ocurrencias, en una conversación de trivialidades, incluso con algunos chismes, pues él siempre se mantenía informado de lo que pasa con todas las personas a su alrededor.

Tiene mucho tiempo de mantener una amistad con Aphrodite, exactamente desde los 10 años. Ambos se caracterizaban por poseer una personalidad algo despreocupada y alegre, aun que el de cabellos celestes es más extrovertido, con la capacidad de entablar una conversación con cualquiera. Virtud que les consiguió la amistad de un joven de hebras rojas, que casi siempre se comporta como alguien asocial, reservado, un poco malhumorado y limitada paciencia, recordándole por momentos a Shaka.

A pesar de que Camus es el hermano menor de Kardia y el de cabellos azules prácticamente tiene como segundo hogar su casa. Los niños en muy pocas ocasiones congeniaron o mantuvieron una conversación más allá del ''buenos días'' ''como estas''

Eso cambio una tarde en la que Aphrodite se quedó en su casa haciendo tarea, casualmente Camus se encontraba ahí, y terminaron con una plática, llevándolos a construir una amistad de cuatro años.

- ¡Hola borreguito! – escucha un grito algo lejano, asustándole. Voltea en todas las direcciones buscando a la persona que lo llamo, observa al de cabellos celestes desde un par de casas atrás. Sonríe avergonzado al notar que había caminado de más.

- Disculpa Dite, no me di cuenta.

- El amor te tiene caminando en las nubes cariño.

- ¡No digas tonterías! – Grito avergonzado. Dite conoce su secreto y en parte se arrepiente de haberle contado. Aunque sabe que no le dirá a nadie, eso no lo salva de las bromas que le hace su amigo. - ¿tienes lo que te pedí?

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