🍁08🍁

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Nunca ha sido una persona paciente y la espera se le hace eterna. Esperar a su hermano con tantas preguntas que tiene que hacerle lo pone nervioso. Ruega al universo que ese día Degel no saliera con amigos o se fuera a meter a algún motel con Kardia, si no lo ve a la una empunto de la tarda enloquecerá más de lo que ya está. La paciencia no es lo suyo y es por eso que se gana problemas innecesarios.

La mañana entera se la paso dando vuelta por toda la casa como loco vaciando la alacena, cosa por la cual se llevará un regaño de sus padres y ni hablar cuando le mencione lo del reporte. La cuestión es que cuando se encuentra impaciente, le dan ataques de ansiedad, y el asunto termina devorando todo lo que se encuentre en su camino sin importarle la fecha de caducidad.

El reloj da las doce y media, la poca paciencia que le queda está en 15%, va a armarle un escándalo a su hermano por dejar el celular ¿Quién carajos sobre vive en este mundo sin su celular? ¿Como demonios se comunicará con alguien en un estado de emergencia? Es una de las prioridades en el mundo. Su mente caprichosa, algo infantil y dramática se está colapsando. De poder hacer señales de humo, las harías para mandarle un mensaje a Degel, sabe que con su inteligencia las de cifraría y correría en ayuda de su bichito, al cual ayudo a mimar tanto que habían creado un monstruo.

Un monstruo caprichoso, sin paciencia y demandante, el niño mimado de la casa, que a tan solo un cuarto para la una se encuentra comiendo helado y con la vista fija en el reloj, según él, moviendo las agujas con la mente. Milo no es una persona muy cuerda en sus momentos de tensión.

Se dio la una con cinco, y salió disparado a la puerta de la entrada descalzo.

- ¡Degel!... ¿Dónde estás?...

- ¡Milo! Demonios, cállate. – Degel había escuchado el grito de su hermano una cuadra atrás, por lo que apuro el paso antes de que se armara un escándalo con los vecinos por los alaridos del rubio. Con el ceño fruncido se encontró con un Milo en pose dramática, haciéndole cara de perro abandonado. Suspiro cansado y se preparó para atender los caprichos del menor, maldijo la hora en que colaboro en consentirlo tanto.

- ¿Cómo te atreves a llegar tan tarde? ¿Por qué no te llevaste el celular? Si lo vuelves a dejar le diré a papá el nombre y dirección del motel que frecuentas con Kardia.

- ¡Milo! Cállate y entra A-H-O-R-A

Si el rubio no obedecía se podía dar por muerto y Degel no se arrepentiría, el escándalo que armo el menor fue suficiente para llamar la atención de los vecinos y el de cabellos verdes no quiere que se ande publicando su vida privada por un berrinche de Milo.

- ¿Qué es lo que quieres o que hiciste ahora? – la pregunta tan fría en un tono de voz molesto intimido al menor, solo un tonto provoca de más al de cabellos verdes, incluso Kardia se anda con cuidado en ocasiones, en otras las neuronas le patinan y mete las patas.

- Quería pedirte un consejo, hablar, preguntarte cosas, no lo sé, me tienes abandonado. – la mejor alternativa para aplacar al mayor, es apelar a su lastima.

- ¿y haces todo ese escandalo solo por un consejo? – calmado se dispuso a escuchar al menor y lo que sea que lo agobie.

- Tu no entiendes, estoy en medio de un viaje astral, una epifanía y no sé cómo interpretarla. – miro a su hermano, quien mantiene una expresión calmada, bueno, le está prestando atención. Tomaron asiento en los sillones, uno frente al otro. – he estado pensando en mis problemas con Camus y como se ha comportado en los últimos años, y bueno, yo no lo entiendo, y menos entiendo por qué soy tan persistente. ¿tú que piensas? ¿Debería alejarme de él? Sería lo correcto ¿Verdad?

Degel se le quedo viendo, al menos su hermano empieza a pensar antes de actuar. Al principio quiso decirle que debía alejarse de Camus, pero Kardia le dijo que los dejara, tenían que darse cuenta por su cuenta ¿Por qué? No lo sabe, no se lo dijo, el simplemente fue persuadido para dejar solos a los menores.

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