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La innegable borrosidad que se ve situada en ambos zafiros presionan al dueño de estas a entrecerrarlas levemente

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La innegable borrosidad que se ve situada en ambos zafiros presionan al dueño de estas a entrecerrarlas levemente. Negando con la cabeza un tanto divertido al contemplar al chico de abundante cabello celeste adueñarse de la pista de baile; movimientos rítmicos de cadera irradiando fogosidad y sensualidad en cada sacudida acentuada, advertida claramente por muchos ojos libidinosos de cerca, que manifiestan con comerse entero al protagonista de tan extraño baile.

Aphrodite Hansson se desenvuelve por sí mismo con una facilidad sorprendente, claro que con unas copas —si no es que muchas— encima, el alcohol recorriéndole velozmente por su torrente sanguíneo, transformándolo en un adolescente alocado, que parecía divertirle la más patética cosa. Y si, su lado coqueto y pervertido salía a flote, la vergüenza y pudor desaparecía en un parpadeo, extrayendo de su interior la persona que en verdad era, pero que renegaba a sacar y mostrar al mundo, ya sea por miedo o cobardía a los juzgamientos de otros.

Enarcando una ceja, y frunciendo sus sensuales labios cereza brillantes por el labial aplicado. Aprecia en estupor la atrevida actitud de su mejor amigo, nada decente a su vista; el ancho cinturón a juego con sus cabellos se balancea de un lado a otro, ceñido como una segunda piel a su estrecha cadera, sacudiendo en el rítmico proceso el colgante de plata que le rodea fabulosamente, tintineando ferviente en cada animada sacudida.

Camus Laforêt aparta la mirada del contrario.

A decir verdad, el aburrimiento comienza a hacer de las suyas en su sistema, el lento pasar de las agujas del reloj negro alrededor de su muñeca no aligera la irritación y desasosiego. Nueve con dieciocho minutos, y lo único que anhela es largarse de aquella aglomeración de jóvenes que van de aquí para allá con copas de cristalería llenas, un cigarrillo en la boca o inhalando sustancias no legales. Relame sus labiales ante lo amargo de aquel trago, que se vio incitado a pedir para amortiguar el malestar que produce un revuelo en su estómago, y de paso, la insoportable migraña que martillea en su cerebro.

Rueda los ojos, a nada de perder la poca paciencia y mandar todo a la mierda. Mas debe recordar que Dite es su problema, uno con el que debe cargar obligatoriamente cuando éste decida que ha sido suficiente energía gastada.

Las luces de colores iluminando el interior de la mansión —que el amable y social Shura Montalvo prestó para la celebración tan cordial y desinteresado, afanado por ser una vez más el anfitrión de un evento de tal magnitud y categoría—, y el estrepitoso retumbar de los grandes parlantes en algún sitio recóndito llevando en declive su carente adaptación. El ruido y el tumulto de personas aglomeradas en un solo punto no van consigo, crispan sus ya alterados nervios de una forma extremista.

Lo tornan un chico gruñón y amargado, en palabras de un serio sueco, quien le repite hasta el cansancio, llegando en su momento a una pelea. Y es que Aphrodite no comprende que no le interesa todo lo que respecte a la cursilería del amor. No cree en el. Y debe respetarlo, aunque se ofusque e indigne ante su pensar estúpido.

Anorgasmia © °°CaMilo°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora