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Ojos llorosos, marchitos a causa de las cargantes lágrimas que se almacenan sin cesar en sus cuencas cual agua al culminar una tormenta en un arroyo, proporcionándole un aspecto deprimente a simple vista, haciéndole ver a quien le mire el problema...

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Ojos llorosos, marchitos a causa de las cargantes lágrimas que se almacenan sin cesar en sus cuencas cual agua al culminar una tormenta en un arroyo, proporcionándole un aspecto deprimente a simple vista, haciéndole ver a quien le mire el problema que cruza. La irritación en ellos tornándose cada vez más rojiza, señal de las largas horas de lamento e incomunicación.

Cantidades exageradas de pañuelos desechables siendo tomados casi con odio por sus largas y delgadas manos, mismas que se dedican a maltratar con todas sus fuerzas el material de papel entre ellas, desquitándose por algo que no tiene remedio. Ya está hecho, no hay más que pueda hacer.

O bueno, sí.

Ofreciéndole una verdadera disculpa a su marido, manifestando tanto con palabras y actos lo apesadumbrado y nostálgico que se encuentra, quebradizo y a nada de hacerse pedazos producto de su ida. Una que le dejó con un amargo sabor en la boca, que ni con un delicioso pastel de chocolate endulzará su paladar.

Tal vez si Milo presencia con sus vivaces ojos lo mal que está tras lo ocurrido a medio día, le conceda el perdón que tanto necesita, y que, a la vez, anhela con fervor y una desesperación bestial e irrazonable.

El desorden que le produjo aquella disputa le alteró los nervios más de lo que imaginó, e incluso, pensó, llegando a un punto cúspide en que su mente se encuentra tan perdida como sus desorbitados orbes, nublados por el terror al abandono de quien tanto ama. Pese a no haber defendido su amor como se merecía en un pasado.

Los pañuelos embarrados en fluidos nasales y humedad precisa del llanto que le desgarró la garganta, causando en sus cuerdas vocales un malestar insoportable, que como consecuencia le dificulta el habla.

El tic tac del reloj ocasionándole agravar a cada segundo que acontece; el rememorar los acontecimientos no le ayuda en nada, mucho menos a su atormentado corazón, tan frágil como una pieza de cristal, acongojándole sin poder hacer nada para evitarlo, tropezando de nueva cuenta en aquel camino sin retorno, una ruleta que se dedica a dar vueltas y vueltas, sin derecho a detenerse, ahogándose en su propio llanto, hundiéndose en la suavidad de la cama desecha, con una bata de seda cubriéndole el cuerpo. Hecho un ovillo en el centro, aferrado a una cabecera en específico, impregnada con el masculino olor de su pareja, aquel que le enloqueció desde el primer instante, nublando sus sentidos, no autorizándole a retroceder.

El fuerte y concentrado perfume siendo aspirado en una larga y exhaustiva calada.

La culpa no facilitándole siquiera la oportunidad de tomar una ducha caliente —que tanto precisa en estos momentos—, aflorar sus sentidos y adormecerlos por un rato mediante el fresco y seguramente delicioso baño, que en tantas ocasiones le relajó, atestándole de una paz que añora con impaciencia inhumana.

Trata de incorporarse, más lo único que logra es caer cual peso muerto, devolviéndole al sitio anterior, sus articulaciones sin la energía necesaria para responderle. Decide no intentarlo más. Lo único que ocasionará será lastimarse.

Si tan solo hubiese ignorado por completo aquella incomodidad burbujeando en su pecho, expandiéndose cual virus en su sistema, apoderándose de su voluntad entera y empujándole a cometer lo que tanto se acrimina. Fue quien arruinó las cosas, días atrás aconteció lo mismo, aunque no tan triste como lo fue ahora. No existe una comparación siquiera.

¿Qué hizo mal? ¿En qué momento comenzó aquella maldición?

Que lo único que logró fue causar estragos en su reciente matrimonio, separándoles en silencio y con discreción, dejando solo estragos de una pelea que, si bien pudo ser el fin a todo, no lo fue. Viéndose más dolorosa al callar ambos lo que tanto les aflige. Trayendo sus más temibles miedos, haciéndoles vivir en carne propia lo que tanto aclamaron no pasaría jamás.

Milo y él fueron la pareja perfecta —en palabras de su mejor amigo, Aphrodite Hansson—, en su debido tiempo. Uno que acabó permaneciendo simplemente a su amargo pasado. Su noviazgo siendo ameno y fugaz como una estrella que solo esta predominada en dejarse ver a cada ciento de años. Se enamoraron luego de decidir dar un paso al frente y estampar sus labios sobre los del otro. Demostrándose a sí mismos que el chico que les llamaba la atención de una forma no bien vista no era más que admiración a su belleza e inteligencia, nada más.

Se equivocaron.

Y mucho.

La sola unión de sus tibias e inexpertas bocas —en su caso, claro— desató sentimientos conocidos mediante amarillentos libros de romance, leídos en un momento de curiosidad; ignorando aquello al crecer, acatándolo como algo imposible de sentir, a menos de ser alguien tan tonto aferrado a algo inexistente en este corrupto mundo, incapaz de llegar a ser experimentados por ningún ser humano sobre la tierra.

El terror apoderándose de ellos al descubrir su gusto por un chico, la adoración y dependencia sentida atándoles al segundo. Siendo dos almas predestinadas únicamente a encontrarse entre millones de personas, encajando después de tanto tiempo. Un ser tan irreal destinado a ellos, haciéndoles especial a otro que no corrió con la misma suerte de encontrar a su otra mitad.

Su complemento en la vida.

Que como consecuente le hizo ver su homosexualidad, una mal vista por ambos progenitores. El griego se enfrentó a las miradas desilusionadas de sus padres, y los lloriqueos de su madre por que volviese del camino equivocado, antes enorgullecidos al lograr lo que ningún otro pudo jamás; superarse en la vida, adentrándose al mundo de la música como compositor y productor musical, poniendo en alto el apellido Andreato en la sociedad tan competitiva, y, por si no fuese poco, los golpes del señor Laforêt al enterarse de la relación que mantenía con su hijo menor, a escondidas. Haciéndole ver mal ante todos, siendo juzgado y señalado incluso por sus mismos trabajadores, a quien no les tembló el dedo para apuntarle, como si ellos fuesen mejor, al tener la preferencia sexual "normal".

Su trabajo por poco y se hunde, tal como el titanic lo hizo en su tiempo, agradece el tener el apoyo de sus superiores, a pesar de ser solo pocos de ellos quienes le defendieron con uñas y dientes, expresando con libertad que si se iba nadie ocuparía su lugar en su totalidad. Tras un debate incómodo y crucial logró quedarse. Su relación homosexual con un adolescente de apenas veinte años recién cumplidos, a quien no dudó en hacer su esposo pese a llevarle cinco años.

Él solo permitió que el rubio hiciese todo el trabajo. Enfrentándose a todos por su amor. Siendo un cobarde que se escondió tras las faldas de su hermana mayor en todo momento, desentendiéndose de la situación penosa, y proporcionándole el trabajo al príncipe azul —como le llamaba a escondidas—, quien no decayó, resultando vencedor tras robarle una noche. Misma en la que contrajeron nupcias en una capilla de las Vegas. Teniendo como testigos a personas que ni conocían, la falta de sus conocidos y familiares a punto de derrumbarlos. Pero manteniéndose de pie al saber que su unión civil cambiaba todo el panorama.

Se preguntaron si aquellos era lo mejor. Si era el camino y la decisión correcta. Porque al dar el no había una vuelta atrás. Eran muy jóvenes y tontos.

Si que lo eran.





































🌌Nos leemos la próxima semana🌌

26/01/2020

🍃🌷Camie🌷🍃

Anorgasmia © °°CaMilo°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora