|01|

1.4K 88 28
                                    

Sábanas de seda rozándole la piel en cada dura y certera embestida, encendiendo en él aquel calor que le brinda el hombre encima suyo, mismo que le deposita ávidos besos y mordiscos calientes en toda la extensión de su cuello y hombros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sábanas de seda rozándole la piel en cada dura y certera embestida, encendiendo en él aquel calor que le brinda el hombre encima suyo, mismo que le deposita ávidos besos y mordiscos calientes en toda la extensión de su cuello y hombros. Su mano derecha se ciñe inevitablemente alrededor de la tela, sin poder soportar más; tironeando y haciendo de ella un estropajo lleno de arrugas, en un vano intento de aferrarse y permanecer en el mundo terrenal, consciente de lo que sucede sobre el edredón rojo pasión que cubre la pieza, decidido a disfrutar cada segundo del placer que su amante le proporciona, al máximo.

Su cerebro centrado únicamente en la forma desarraigadamente apasionada en que es tomado, sin una pizca de delicadeza. A decir verdad, aunque su boca no lo exprese con la libertad que merece, disfruta de aquella pasional y ruda manera.

Gotas de sudor se desplazan a lo largo de su pálida espalda, y, pese a la humedad en ella, una rasposa lengua se dedica en absorber cada perlilla en la zona, lamiendo y chupando sin una sola pizca de asco. Impregnándose con su sudoración, producto del acto.

Su pequeño cuerpo da una certera sacudida al ser obligado a ampliar las piernas, rebasando el límite permitido, sollozando ante la intensidad y profundidad con que es asaltado una y otra vez, con mayor ímpetu y velocidad en cada empuje. Destrozándole interna y mentalmente. Aunque no se queja.

Sus hermosos ojos zafiro, entrecerrados por lo oscuro y desenfocados que se han tornado producto de la lujuria que corre por cada una de sus venas, abriéndose de golpe en un punto culminante, tan necesario que se tensa completamente. Trata de incorporarse, posando ambas palmas en el pecho desnudo y sudoroso de su acompañante, empujando en un inicio con levedad, en una clara invitación a salir de su interior amablemente.

Mas, sin embargo, toda intención por romper la unión y acabar de raíz con el acto —como en pasadas ocasiones—, siendo ignorada completamente por su acompañante en la cama.

Los desgarradores gritos y placenteros gemidos, antes sumergidos en la bruma de la concupiscencia, siendo remplazados por bajos susurros por que pare, acompañados de respingones a cada arremetida. Uñas encajándose en la almohada con precisión, rompiéndose ante la desesperación que le sumerge, humedecida por las lágrimas conforme el tiempo trascurre.

El hombre de piel bronceada y azulada cabellera que le cabalga de frente, sumido en su propio deseo, con el único afán de obtener su pronta liberación, sin siquiera percibir más nada a su alrededor, mucho menos lo que el chico al que toma intente decirle. Sus sentidos, lo suficiente nublados como para ignorar todo, centrándose únicamente en sí. El hormigueo que le recorre de pies a cabeza le hace morderse los labios, acumulándose en su zona íntima, anunciándole lo que a continuación obtendrá. Tirando la cabeza hacia atrás, apresando con sus huesudas manos la cadera ajena, donde seguro, un rastro de dedos se plasmará al término.

Su pene palpita dentro del peli agua, y sabe con sinceridad, su cuerpo recibirá la relajación que tanto necesita, liberando todo el estrés que la vida diaria le brinda.

Anorgasmia © °°CaMilo°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora