Capítulo 11: Te necesito

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Todo se volvió complicado y de pronto ese auto que compartían se transformó en su único lugar de encuentro

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Todo se volvió complicado y de pronto ese auto que compartían se transformó en su único lugar de encuentro. Jonathan nunca respondía con un «no» a Daniel. Por eso no debía abandonarlo durante su luto. Sabía que no ayudaba mucho, pero estar con él le ayudaba a controlar su dolor.

Faltaban dos horas para que las clases finalizarán y no soportaba estar más tiempo en el aula. Podía salir, nadie se lo impediría. Pero cuando su madre se enteró de que se saltaba las clases, se frustró y lloró al pie de su cama. Daniel no sólo se sentía culpable por la muerte de Valeria, si no por causarle problemas a su madre. Así que él le prometió no volver a hacerlo.

Solo que en ese momento no aguantaba lo aburrido de las clases. El profesor solo repetía diapositivas y no paraba de hablar tonterías. No sabía si eso beneficiaría su carrera, así que sin pensarlo dos veces, tomó su maleta con intenciones de irse. Pero antes de levantarse, una mano agarró su camisa.

—¿Qué haces? —preguntó entre susurros Jonathan.

—No pienso perder mi vida en esta clase aburrida —contesto serio—, así que suéltame.

No pretendía interponerse en su camino ni enojarse. Se soltó suavemente; nadie detenía ahora a Daniel. Antes de que se marchara, Jonathan le pidió un favor.

—¿Qué sucede? —preguntó arqueando la ceja derecha.

—Es mi prima —suspiró

—Oh..—fingió sorprendido.

Daniel pensó en Hanna. Siempre tan torpe, pero amable.

—Tuvo un accidente con su camiseta. ¿Crees que podrías llevarle mi abrigo? —dijo con voz suplicante y se lo entregó en las manos.

Jonathan quería confiar en Daniel. Quizás lo conocía poco, ya que con otras personas él dejaría esa tendencia solitaria. Aunque nunca lo expresara, él sabía lo mal que se trataban entre Hanna y él.

—¿Y por qué yo ? Tú también puedes salir.

—¿Y después quién te dará la tarea? —sonrió—. Prometo no molestarte más.

—Muy bajo, señor Méndez —dijo mientras lo juzgaba con su dedo.

—Sabes que odio eso –aclaró, mientras escondía su rostro entre sus manos.

—Dile que la espero afuera de su facultad —dijo con un bufido.

No pidió permiso y salió con esmero de ese edificio. Cuando llegó a la vereda, pudo respirar tranquilo y sintió sus vellos erizados por la brisa de la tarde. Pudo seguir su camino y tomar cualquier transporte que lo llevara a su casa... pero por dentro sabía que estaba mal abandonar a Hanna de esa forma. Tenía remordimientos. ¿Ya cuantas semanas se veían sin saludarse? Sólo conseguiría que ella lo odie más.

Retrocedió sus pasos y se encaminó al edificio de Ciencias.

Quizás esto compense el error de dejarla morir de frío bajo la lluvia.

Hola, dime mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora