Capítulo 31. Grandes esperanzas

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Sus manos se rosaban, así como el viento toca las flores y hojas, en como bailan junto al aire, pero brevemente puede sentir sus pieles, una fricción de ellos dos

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Sus manos se rosaban, así como el viento toca las flores y hojas, en como bailan junto al aire, pero brevemente puede sentir sus pieles, una fricción de ellos dos.

Hanna lo persuadió de caminar un poco antes de irse... o desaparecer. No estaban lejos de casa, aun así podían sentir el silencio de ambos y el ruido del ambiente.

Caminaban por un sendero de pasto, ambos caminando a los bordes del caminito, pero estirando sus manos y para sentirse, tomarse de forma delicada e inocente.

Daniel no paraba de mirarla, entre tanto la observaba su cabeza ideaba un carta. Una que quizás se la daría después...

Porque esto lo vivirá solo una vez. Una última vez.

Pero nadie está preparada para despedirse. No ante un momento de oportunidad, sabiendo que no es el instante adecuado.

Y entre un segundo de descuido, Daniel tomo la mano de Hanna, la apretó contra la suya y tirando de su cuerpo envolviéndola con el suyo. Posiciono su otra mano libre en su cintura descubierta. Recorrió su cintura con unos de sus pulgares y pudo sentir como el cuerpo de ella se realzaba ante el toquecito. Sintió el calor que emanaba sus mejillas coloridas y el disentimiento de la cercanía, para luego besarla. 

Hola, dime mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora