9: 47 de un día sábado de agosto, su último sábado, el aire se siente más denso esta mañana, ya viene octubre.
Azul se quejaba en el piso de puro ocio.
- Nos levantaremos a las 10:00 en punto. No antes, no después, lo sabes.
Azul: - Eres una maniática-. Se quejó. Yo solo me limité a acomodarme boca arriba y estirar mis brazos, mi techo de estrellas estaba volviéndose húmedo, habría que pintarlas de de nuevo.
Ya dadas las 10:00 me levante con velocidad cuentagotas de la cama y me alisté para el evento de la iglesia del pueblo, era la semana de los niños del instituto Braille, una escuela fundada en el centro para niños ciegos.
Era bastante divertido, todo el pueblo recibía a niños capitalinos y sus alrededores, viajaban horas pero llegaban emocionados de pasar el fin de semana en el instituto. Estaba llenos de eventos a beneficio por parte de la iglesia y dinámicas de integración: Estaremos atrasados en bastantes cosas en Coupvray, pero no en eso.
-¿Qué venderemos?-. Pregunté picando el aluminio que estaba encima de una bandeja que parecía tener ensalada.
Mamá: -!Oye!, no toques-. Golpeó mi mano con el cucharón. - Nosotros no vendemos, es para repartirlo con los niños-.
Solo sonreí de lado y alcé los hombros. -Y ya se despertó el señor...-. Mi madre me calló con la mirada señalandome que estaba en la sala.
Me asomé y ahí estaba, la figura de mi padre viendo el televisor y comiendo galletas de una manera grotesca, mis galletas.
Me acerqué cautelosa hasta que el se percató de mi presencia y dejó de masticar.
Papá: - Traeme un vaso de leche-. Tenía la boca llena y no dejaba de mirar su programa. Me apresuré a la cocina para servirlo tan pronto como podía para después dejárselo en la pequeña mesa frente a él. Justo al lado de mis galletas, tomó su vaso con sed y lo terminó en tres segundos.
- Esas son...son mías-. Intenté aclarar con la voz temblorosa. Eso provocó que apartara la vista del televisor y volteara a verme.
Papá: - Y ¿Qué tengo que hacer al respecto?-.Se levantó y comenzó a acercarse.
- Solo no, no quiero que las tomes-. Comenzó a reír por lo bajo escupiendo un poco de moronas entre sus labios. Tomó la última galleta que quedaba, la masticó frente a mí y la escupió en mi cara.
Papá: -Esta es mi casa, aquí todo es mío, hasta tú ¿Entiendes?- Asentí conteniendo las lágrimas hasta que se marchó a su cuarto para vestirse. Mi madre no me dijo nada, solo me miraba con condescendencia mientras lavaba mi cara.
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Todo era sombrío en el camino, el invierno comenzaba a dar los primeros avisos de sus presencia, era como una nube melancólica que nos recordaba que venía octubre y con el se iban los frutos frescos de los árboles.
La iglesia, por otro lado, lucía colorida, llena de niños, estantes de comida y juegos, la mayoría iba con su guía, uno que otro seguro de si, iba solo con su bastón, todas las familias de Coupvray participábamos sin excepción, era como una agradecimiento eterno de ponernos nuestro pueblo en el ojo del mapa francés; Andaba inmersa en mí cuando reconocí una amigable y chillona voz al lado mío.
Xx: -¿Es la tarta de carne de los Legrand? Puedo olerla desde acá, es mi favorita-. Sonreía en mí dirección un pequeño alegre con cabello castaño, traía consigo su bastón para guiarse y miraba hacia mis sonidos, tenía quizá unos 8 años ya, que rápido pasa el tiempo.
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Todos Los Azules Del Mundo (TLADM).
RandomCoupvray en los 90's solía ser un pequeño y tranquilo poblado de Francia, mi familia solía tener esas características también, yo igual. Pero el amor nos pega como torbellinos de colores sobre el lienzo en blanco. Mi ansiedad me la pinte de azul y...