And I'll rise like an ember in your name.

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Es un día de mierda, te dices golpeando rítmicamente un lápiz contra el pupitre, odias la clase de matemáticas porque el maestro explica por una eternidad y aunque te concentras en entender terminas fallando una vez que las operaciones están en la pizarra y tus apuntes son renglones vacíos.

Tus amigos, o bueno, al menos tú único amigo al que recién conociste hace dos días, no llego a clases, aquel bastardo probablemente se quedó dormido y ahora no tienes compañero para continuar con la exposición de física, además de ser prácticamente el chico nuevo, tienes la mala suerte de ser un asocial de mierda, así qué haces lo mejor que sabes hacer; ser invisible, lo más literal posible.

Una vez termina la jornada escolar, festejas internamente sobre el final del suplicio o al menos el final por ahora, caminas con los auriculares a todo volumen, generalmente es peligroso pero estás molesto y es un hábito caminar con Dead Kennedys al tope, la alta probabilidad de quedar sordo te saluda de cerca.

No estás ni a tres casas de cerca de la tuya cuando ves aquella mujer extraña de la cuadra, ahí esta, de pie armando una de esas escenas que no se cansa de montar (aunque por otro lado la culpa es de quien al parecer es su esposo, quien aprovecha cada oportunidad para gritarle, lo sabes, tres días aquí y ya tienes memorizado los horarios de pelea).  Es un lío pasar por ahí, es incómodo por un lado y por el otro, tienes la mala suerte que sean tus vecinos de al lado, lo que significa que están discutiendo frente al estacionamiento de tu maldita casa.

Así que te marchas, media vuelta y te despides del show de la tarde, hay una casa deshabitada al lado de un parque destartalado a unas cuadras, fue el primer descubrimiento que hiciste solo para tener un lugar donde fumar, no sabes cuánto pasas ahí, por lo general no llegas tarde a casa, pero esta tarde la cabeza te martilla y la ferviente ira de la mudanza y del estrés de la escuela hace estragos tu cuerpo, así que pasas de escuchar desastrosas letras inconformistas de punk al suave soprano de Cocteau twins, es casi fantasmal el aire que le da la cristalina voz a la casa; es por ello que al escuchar un casi imperceptible sonido das un respingo y sueltas una maldición sin querer.

Te encuentras en el segundo piso de la enorme casa, por lo que la silueta delgada que se asoma por el marco de la puerta casi te provoca un infarto, es un chico, calculas que debe tener tu edad...quizá menos, luce pequeño y su cabello corto que parece un guiño al estilo que usaron los Beatles en sus inicios remarca sus facciones aniñadas, el chico solo te observa, ojos grandes examinando cada movimiento.

—¿Qué mierda quieres?

El chico parece tensarse ante las palabras, pero quieres parecer imponente y no te importa ser un idiota, es común que los mayores lo sean con quienes parecen ser más jóvenes, así que desechas la culpa que te hacen sentir sus ojos y sigues fumando.

—Siempre vengo aquí, —musita el chico, sino fuera por el silencio ensordecer que rompió no lo habrías escuchado, su voz es cansada y arrastra las palabras con indiferencia. —siempre a la misma hora, no sabía que el piso de arriba tenia dueño.

El chico con acento de Sheffield hace un extraño movimiento de manos y gira sobre sus talones con la misma torpeza con la que habla, te encuentras esperando que se largue pero en cambio solo avanza unos cuantos pasos y se recarga en la barandilla roída de las escaleras, ruegas en voz baja que el estupido mocoso no vaya a querer matarse, te incorporas, los cigarrillos y la música quedando en segundo plano mientras eres testigo de cómo se balancea de un lado a otro, el restallido del metal sacándote de quicio en tanto el chico solo parece querer columpiarse en la maldita barandilla. En cuanto escuchas un crujido es demasiado tarde para pensar las cosas; tomas al chico entre tus brazos y tropiezas contra ruinas del techo al querer retroceder.

[Milex OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora