Mía para proteger

EPÍLOGO

DEVIL

—¡Quiedo ese! —grita mi hija. Luna estaba viéndome desde el suelo, yo mientras parecía un jodido mono tratando de agarrar la fruta que mi hija ha pedido.

Finalmente, cuando me bajo del árbol, Luna corre hacia mí y yo limpio su manzana para dársela.

A sus tres años era la niña más perfecta e inteligente que jamás pensé tener.

—No es posible que seas tan perfecta —menciono, la llevo a mis brazos y beso sus mejillas.

—¿Hay algo que quieras decirle a tu padre?

—Gashias.

—Muy inteligente, pequeña.

—¡La niña! —grita mi hija cuando ve a la hija de R venir hacia nosotros. Su padre va detrás de ella, así que bajo a Luna de mis brazos.

Las dos niñas se sonríen cuando se ven, Luna me da la manzana y entiendo lo que quiere decir. Saco la navaja de mi llavero y parto la fruta en dos,

Las dos niñas empiezan a comer mientras hablan un poco.

Me gustaba verlas juntas, era algo extraño como se relacionaban las dos, pero me encantaba como mi hija era sociable.

Annet se une a nosotros. Estábamos en su casa.

—La comida ya está, los estamos esperando.

—¿Qué cosha? —pregunta Rachell.

—Sopa de brócoli.

—¡No! —gritan ellas y los demás reímos.

—Bueno, si vienen podrán ver que hay.

Luna empieza a caminar junto a Rachell, finalmente cuando ingresamos a la sala podemos ver a algunos de nuestros hermanos.

Venom está con su Vieja Dama, que honestamente no sabemos cómo pudo ser posible que Abby lo aceptará en su vida, pero sucedió. Ha sido increíble, pero finalmente mi hermano va sentando cabeza.

Y bueno, también está mi VP que finalmente va relajándose un poco con las mujeres, y parece ser que Roma lo tiene algo dominado.

—¿Y el pastel? —pregunta mi pequeña hija.

—Lucia lo está acabando de decorar. ¿Les he dicho nuestra historia? —pregunta Annet.

—¡Sí! —gritamos todos. La mayoría de nosotros sabíamos que las habilidades en la pastelería que tenían Annet y Lucía había sido porque en el orfanato horneaban tartas y bocaditos todos los días.

Luna empieza a preguntar por su madre, ella me mira y antes de que siga gritando Lucía sale.

—Estoy aquí fastidiosa —dice mi mujer y ríe.

—¡Mami! —grita mi hija.

—Joder, alguien puede decirle a Luna que su madre no se va a ir a ningún lugar —Roma.

Los demás reímos, sin embargo, mi hija corre hacia su madre y abraza su pierna.

Eran perfectas.

LUCÍA

Respiro un poco y finalmente caigo en la cama, me dolía la cadera más de lo normal.

—¿Mami? —Luna me veía desde la puerta de nuestra habitación.

—Hola, bebé.

Ella me indica su muñeca y yo sonrío.

>>¿Jugarás con ella?