CAPÍTULO 8. DOS

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LUCÍA

Con el tiempo el despertar ya no era tan lindo como antes, mi estómago crecía cada día y me resultaba más difícil dormir. Despacio me levanto de la cama y voy directo al baño.

Seguramente hoy regresaba Devil de su viaje, solo recuerdo haberme dormido una noche y sentir como alguien besaba mi frente, después de eso Devil me explicó que debía irse por unos días y que cuando regrese pondría un seguro en mi puerta.

Ahora lleva cinco días lejos y por lo que me han dicho hoy tendrán una gran fiesta, bueno aquí celebran por todo y eso es lo que me ha sorprendido, pero es así.

Me ducho y me coloco un vestido floral con una cinta que se aprisiona la parte baja de mis pechos. Arreglo mi cabello y pongo una tiara que me han regalado las chicas.

El día de hoy tenía que ayudarle a Annet con un pedido en su pastelería, así que trabajaremos mucho.

Después de que esté lista salgo de la habitación y desayuno.

******

Solo debíamos empacar dos cajas más y estaría listo. He trabajado todo el día, pero estoy cómoda con eso, me encontraba algo cansada así que iría al club, comería algo y me iría a dormir.

Era un trabajo increíble el que hacía con Annet y me gustaba hacer cada cosa que ella nos podía. Aunque no sabía cómo yo sabía tanto de pastelería, quizá en mis anteriores recuerdos trabaja en algo similar.

Dejo las cajas apiladas y el repartidor se las lleva.

—Bien, hora de ir a casa. Mira qué hora es seguramente los chicos ya llegaron. Vamos.

Agarro mi chaqueta y salgo junto a ella. Llegamos en quince minutos al club y por la cantidad de motos y carros estacionados sé y ya llegamos.

—¿Vendrás conmigo?

—Solo un momento, si huele a humo es mejor y no.

—Tienes razón.

Ni bien ingresamos el olor a muchísimas cosas que no creo sean normales se impregna en mi piel.

—Iré a mi habitación.

Me despido de Annet y subo a mi habitación, tenía mucha hambre, pero quería ponerme un pijama y recostarme. Abro la puerta de mi habitación y cuando enciendo la luz casi me da un pequeño infarto.

—¡Devil! —chillo algo asustada. Él estaba recostado en mi cama con mi pijama en sus manos, y lo estaba... oliendo.

Sus ojos no dejan de verme detenidamente, me revisa de arriba hacia abajo.

>>¿Qué haces aquí? —pregunto.

Despacio se levanta de la cama, lucía igual de imponente que siempre.

>>Yo vine a evaluar a mi propiedad.

—No soy una cosa.

—Eres una cosita, lo sé.

Ahora él está muy cerca de mí.

—Hola, niña.

—Ho... — me corta de inmediato y sus labios me besan despacio. Su aliento a alcohol golpea mi lengua de repente. Me alejo de él y besa mi frente.

—Hoy luces muy hermosa.

—Gracias.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Estoy algo cansada. Me duelen los pies y necesito comer todo lo que hay aquí.

—Dúchate y yo iré por algo de comida.

Mía para protegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora