Capítulo 3: Odio los martes

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Los martes son malos, lo peor. Siempre me pasan cosas malas los martes; y todo por decirles a mis padres que quería más a Kevin. Para colmo, pasó un martes trece:

"Estábamos con mis padrinos en la casa de mis abuelos, en España.

-Ali, ¿a quién quieres más, a mamá y a papá o a Kevin?- dijo mi tía y madrina Sonia, la hermana de mi madre.

-Pues a sus padres, ¿a quién si no?- ese era mi padrino Dan, el mejor amigo de mi padre (Sonia y Dan se llevan fatal, pero cuando descubrí el maravilloso mundo del sexo, me dí cuenta de que ahí tenía que haber algo más. Por Dios, que se les nota demasiado; a ver quién da el paso de una buena vez, que yo estoy harta de que  siempre intenten matarse en mi cumpleaños. Imagínate lo que pasaría si les encerráramos en una habitación con una cama de matrimonio... Hay tanta tensión sexual, que estoy segurísima de que en un futuro no muy lejano, acabarán explotando como palomitas).

-Tiene boca, enano mental.- le soltó Sonia.

-Serás....- me miró nervioso, intentando buscar las palabras adecuadas.- Douchebag.- (es que es ruso).

-¿Qué?¿Quieres hablarme en español? Llevas llamándome así desde que nos conocimos, y nunca me has dicho lo que significa.

-Te ha llamado gilipollas en ruso.- dije yo muy chula (Dan me enseñó a hablar ruso con cuatro años, en ese momento tenía seis. Por aquel entonces, estaba aprendiendo palabrotas nuevas, y una de ellas era gilipollas; me dí cuenta de que tito Dan decía mucho esa palabra, así que le pregunté a un amigo mío, que también era ruso, el significado de "douchebag"... Cuando me dijo que significaba gilipollas, casi mato a Dan, ¿cómo se atrevía a decirle esa palabra tan fea a mi tita Sonia?). La verdad es que se quedaron flipados, y como sabía que me iban a echar la bronca, contesté a la pregunta justo cuando llegaron mis padres.- Quiero más a Kevin que a papá y a mamá.- claro está, mis padres se molestaron un poco (sobre todo mi madre, que ese día el asalto a las rebajas no le había ido muy bien. Yo estaba ahí cuando le tiró el maniquie a una señora que intentaba ir a por el vestido, lo demás no lo cuento... Conociendo un poco a mí madre, imagínate lo que pasó después).

-Bueno, Ali; son cariños distintos.-reprochó mi padre.

-Ya sé que son distintos. A Kevin le quiero más y a vosotros menos.- y mí madre debió de echarme un mal de ojo ese día, porque desde entonces los martes siempre son 13".

Pero hoy no. De momento, no me ha pasado nada y eso me da malas sensaciones. Estoy en la última hora de clase, que se me pasa súper rápido (sobre todo mirando a Remy de reojo). "Este chico me está poniendo la cabeza del revés", hace que me haga preguntas o que me plantee cosas que antes, ni loca, las hubiera pensado; por ejemplo: "¿Por qué me miras tanto?, ¿por qué te miro tanto?, ¿por qué estoy tan nerviosa?, ¿por qué siempre hago el ridículo delante de ti?, ¿y por qué siempre se acaban los chicles al minuto uno de traerlos a casa? (no tiene nada que ver pero, ¿en tú casa no hay un ladrón de chicles? Porque en mi casa si que hay, y no me había importado hasta que conocí a Remy. Todo tiene que ver; todo, todo, todo. Hay un energúmeno o energúmena que me está robando los chicles, y seguro que tiene que ver con Remy)". Por qué, por qué, por qué, ¡todo es por qué!

Cuando por fin salimos de clase, me voy corriendo a casa para comer, vestirme e irme a mis extraescolares. Me visto a todo correr con unas mayas negras, una camiseta de tirantes del mismo color y una camiseta de manga corta blanca que me llega por encima del ombligo; meto la ropa de atletismo en una bolsa de deporte, las bailarinas y dos botellas de agua. Bajo las escaleras haciéndome un moño prieto y, sin hacer caso a Ainara, salgo de casa acelerada. La verdad es que me meto prisas para nada, porque siempre acabo llegando al estudio de baile quince minutos antes. Cuando llego no hay nadie, como siempre, así que me pongo las bailarinas y caliento en una esquina. No es el estudio de baile más bonito del mundo ni mucho menos, pero es el más bonito que uno se puede encontrar en Maputo. Los cuarenta primeros minutos los dedicamos a la introducción del curso (un coñazo) y el resto de la clase a hacer calentamiento, barra, puntas... Todo lo que necesito para no pensar en nada, para no pensar en Remy; es como si bailar me evadiera del mundo, como si solo existiéramos el baile y yo.

¿Y si te callas y nos besamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora