2. La comunión

676 77 32
                                    

- Sigo sin entender la razón por la que me has arrastrado aquí -susurró la castaña. Alicia no la miró, pues tenía la vista clavada sobre el sacerdote, fingiéndole atención, mientras miraba de reojo, de cuando en vez, sobre su hombro izquierdo- Alicia...

- Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros -exclamó la pelirroja, conforme al rito de la comunión. Repitió aquella frase una vez más, y después, al igual que el resto de los presentes en la capilla, dijo- Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

El sacerdote inició la oración previa a la comunión, y entonces, por fin Alicia se giró hacia su amiga y la miró fijamente, captando su atención.

-  ¿Has hecho la comunión? -susurró.

- Sí... ¿Por? -inquirió Alondra, compañera de litera, y amiga de Alicia.

- Levántate, vamos a comulgar.

Su amiga la miró, atónita, achinando sus ojos marrones, en una mueca de confusión, pero, al ver que Alicia iba en serio, se puso de pie detrás de ella y la siguió. Se colocaron al final de la cola de feligreses, que avanzaba con pausados pasos hacia el presbiterio, donde el párroco mostraba, persona por persona, el pan consagrado, diciendo: "El cuerpo de Cristo", a lo que le respondían "amén". Situada a espaldas de su compañera, Alicia le susurró al oído:

- Vas a comulgar, y te vas a retirar hacia la izquierda, pasando por el lateral, delante del confesionario, despacio, y sales de aquí, ¿vale?

- La misa no habrá acabado -alegó.

- No importa, no se darán cuenta.

- Pero, ¿para qué?

- Tú hazme caso, después te lo explico. No te gires -indicó, ya que Alondra pretendía darse la vuelta para poder mirarla a la cara - Por favor.

Sentada en una de las bancas de madera, se encontraba Raquel, escudriñando a la pareja entre la fila de gente. Se sentía un poco estúpida, por haber llevado hasta este punto lo que en un principio era una tontería. Hacía una semana exacta del incidente de las duchas, y Alicia lucía una pequeña cicatriz, que disimulaba con el flequillo.

No se habían vuelto a hablar desde aquel día, pero ambas sabían que algo había cambiado, y es que ahora estaban más pendientes la una de la otra, Raquel, porque aún tenía una interrogante sin resolver, y Alicia porque se había percatado de que la morena se estaba comportando de manera extraña.

Pero, al finalizar esa semana, raquel no había descubierto nada extraño que pudiera darle una razón de peso para creer que su compañera de habitación andaba metida en algo extraño. Y aún así no había desistido, por eso había seguido a la pelirroja y a su acompañante hasta la capilla de la academia, se estaba tragando la misa, y todo parecía en orden. Le constaba que Alicia era asidua a asistir a las homilías de cada domingo, aunque no le pegaba una mierda ser practicante... La vio acercarse al cura, recibir una hostia, hacer una ligera genuflexión, y retirarse detrás de su amiga, como el resto de gente. La capilla no era muy grande, y en esos momentos, con tanta gente de pie, era difícil distinguir entre unos y otros, por lo que Raquel no se dio cuenta de que la pelirroja había desaparecido, hasta unos minutos después, cuando todos estuvieron sentados. Alzó la vista hacia donde se supone que tendrían que estar sentadas ella y Alondra García, pero no encontró a ninguna de las dos. Se puso de pie, rápidamente, pero enseguida volvió a sentarse, al recordar dónde estaba, aunque le bastaron esos pocos segundos para comprobar que, en efecto, ninguna de las dos mujeres estaban allí. ¿Qué coño está pasando?

Diez minutos más tarde, se vio libre por fin, cuando el padre dijo que podían ir en paz, y le faltó tiempo para salir pitando del lugar, recorrió gran parte de la primera planta, y después subió, a donde estaban las habitaciones, fue mirando, puerta por puerta, hasta llegar a la suya, al fondo del pasillo, entró e hizo un barrido por la estancia, hasta que encontró lo que buscaba.

Detrás de tus mentiras (Ralicia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora