12. Nochebuena

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¡Hola! He pasado unos días bastante malos en el ámbito personal y familiar, y no me he sentido con ganas para escribir y mucho menos con la inspiración necesaria para sacar algo bueno. Y desde luego no os merecéis eso. Así que, siento mucho la demora, pero aquí tenéis el capítulo :)

Revolviendo en el entrevero de prendas, se regañaba a sí misma por ser tan olvidadiza. Ya te vale Raquel, y así quieres ser inspectora...

¿Cómo había podido olvidarlo? Echó a lavar el pantalón vaquero con el que había vuelto de la academia, el cual guardaba en su bolsillo aquella cadenita. De no haber sido por ese sueño con Alicia, se habría perdido en su memoria... Ahora se encontraba en el baño, con medio cuerpo metido en el cesto de la ropa, rebuscando para encontrar dicho pantalón, sin resultado alguno. Estaba por volcar el cesto en el suelo para tener mejor acceso, cuando su madre abrió la puerta, sobresaltándola.

- ¿Raquel? -inquirió Mariví, observando a su hija con recelo.

- Ahora lo recojo todo mamá, es sólo que... -se apresuró por responder Raquel, agitada.

- ¿Buscas esto? -dijo su madre, mientras sostenía entre sus dedos la cadena dorada, que acababa de sacar del bolsillo de unos pantalones.

- ¡Dios mamá, gracias! -chilló la castaña, levantándose del suelo inmediatamente y corriendo hacia su madre, para arrebatarle de las manos el objeto.

- Hija, tienes que tener más cuidado -la resondró- mucho más cuando guardas pertenencias ajenas -al decir esto último, Raquel se tensó- ¿Te lo ha dado tu novio?

- ¿Mi novio? Eh, yo... -tartamudeó.

Mariví sonrió y se adentró en la estancia, cerrando la puerta tras de sí, y Raquel se temió lo peor. 

- No tienes por qué ocultarme nada, Raquel, puedes contármelo.

- ¿Pero de dónde has sacado eso, mamá? -preguntó Raquel, flipando. Ante el mutismo de su madre, comenzó a comprender- ¡¿Has estado escuchando detrás de la puerta, mamá?!

- Es que ya no me cuentas nada, Raquel...

- Esto es flipante, de verdad -bufó la castaña, dándole la espalda a su madre para colocar las cosas que había desordenado en su búsqueda. 

- No me hagas dramas, Raquel, hija, que tampoco es para tanto.

- ¿Que no es para tanto? ¿Cómo quieres que tenga confianza en ti si me espías?

- ¿Qué tal es el muchacho, eh? -preguntó Mariví, intentando zanjar el asunto.

- No mamá, no me cambies de tema -espetó la castaña, con hastío- Vamos a ver, no tengo quince años, y Marta tampoco. Si no te he contado nada todavía es porque aún estoy empezando con este chico, y no sé si va a funcionar -aclaró.

- Está bien, está bien, me he extralimitado -se disculpó la mayor, para agrado de la castaña, que no esperaba esa reacción de su madre- Al menos dime dónde lo conociste, cómo se llama.

Raquel suspiró, pero finalmente cedió.

- Alberto, mamá, lo conocí en la academia. Somos compañeros. 

- ¿Alberto? -replicó confusa- Pero la cadena...

- La cadena no tiene nada que ver con esto, mamá. Me la encontré y quise dejarla en conserjería pero no pude porque papá me estaba metiendo prisa. Me acordé de ella y vine a buscarla, para devolvérsela a su dueña cuando vuelva.

- Dueño -la corrigió su madre, haciéndola exasperar.

- Ya sé que has leído la inscripción, mamá, no me des más pistas. 

Detrás de tus mentiras (Ralicia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora