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Los rayos de sol traspasaban la ventana de la pequeña Kim.

Pero ella seguía durmiendo como si no hubiese dormido en años.

—¡Dahyun, hija! Ya son las doce, es hora de levantarse...—Dijo el padre de la niña.

—¿Las doce? Es muy temprano.— Se quejó.

—Pero alguien vino a visitarte...

—¡¿SANA?!— Se levantó inmediatamente a su armario para vestirse adecuadamente saltando de emoción hasta que...

—No... En realidad vino la abuela.— Mencionó el mayor.

Dahyun bajó su cabecita e hizo un tierno puchero.

—Pero podemos invitar a Sana a que venga si querés.

La pequeña asintió con su cabeza y se colgó del cuello de su padre.

A sus cinco años de edad, realmente no habían muchas preocupaciones.
Pero era diferente cuando careces de la habilidad de ver. La pequeña Kim Dahyun, a sus cinco años no podía ver el mundo con colores. Ella no sabía cuál era el verde, o el rosa, incluso ya no recordaba del todo el rostro de su madre y de su padre. Porque no, ella no había nacido ciega, pero un evento que había empezado siendo algo alegre, terminó como algo trágico, que le había enseñado muchas cosas a los padres de Kim, y a ella, pero que a cambio de eso, la niña tuvo que perder su vista. A sus cinco años. La etapa de la vida en la que tu mundo tiene los colores más brillantes de todos. Ya iba a pasar a la etapa escolar, primaria, donde iban a haber más tonalidades, pero lamentablemente aún no podía terminar su etapa de experimentar los colores brillantes debido a su vista. Porque ya no estamos hablando de colores literales, la pequeña Kim Dahyun, por más normal que fuera ser ciego o ciega, no tenía una vida como las demás niñas.

Ella no podía correr tranquila. No podía jugar a todo lo que jugaban los demás niños. No podía aprender a leer. No podía trepar árboles, ni ver películas con Sana. Y uno podría pensar que al ser una niña no se daba cuenta de lo abrumante que podía ser esa situación. Pero ella la vivía, ella sentía. El dolor en su corazoncito la hacía llorar durante algunas noches, y se daba cuenta de muchas cosas a pesar de su corta edad. Claro que le afectaba.

(...)

—Dahyunnie, vayamos afuera— Insistía Minatozaki con un puchero.

—No quiero

—¿Ves? Yo siempre hago todo lo que querés— Aparentó estar dolida y fingió llanto.

—Ay, con tal de que te calles hago lo que sea.— Dijo Kim para tomar la manito de la contraria y de esa forma ir juntas al patio trasero.

—¿Sabés? A veces me pongo algo triste. Me da mucho miedo correr y más en este tipo de ambientes, y yo... No sé me gustaría poder hacerlo.— Mencionó Kim al borde del llanto mientras se sostenía con más presión en sus manos del columpio en el que estaba.

Sana tomó una manito de Kim, y despacito empezó a guiarla por todo el lugar. Luego empezó a trotar esperando a que la menor le siga el ritmo.

Y así fue.

De a poco subiendo la velocidad, terminaron corriendo por todo el patio con sus manos juntas, brindándose cariño y seguridad la una a la otra.

Cuando sus pulmones dejaron de aguantar, ambas se tiraron al piso con una carcajada.

—Te quiero.



























Hello😎😎👌
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Bonitos Ojos || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora