El viernes había llegado y Dahyun tenía una boba sonrisa, no porque venía el fin de semana, sino porque después de clases, Sana la iba a llevar a una cafetería vegana que había abierto hace poco en su barrio.
Estas últimas semanas, ellas eran más unidas que nunca, las somrisas tímidas, las manos entrelazadas y los pequeños besos en la mejilla que se daban al despedirse eran ya costumbre, pero se sentían siempre especiales.
Kim se vistió con sus mejores prendas, no veían cómo le quedaban exactamente, pero cuando tenés discapacidad visual desde pequeña, sabés vivir con ello, y ese día, se sintió tan linda como ningún otro.
Nada podía estar mejor, Minatozaki le hacía tanto bien, la ayudaba a superar cada obstáculo.
Siempre la hacía sentir hermosa, y ahora ella misma tenía ganas de mejorar su confianza.
Llevaba una falsa tableada marrón, unos tirantes del mismo color y un sweater cuello alto blanco de lana debido a la temporada de frío.
En los pies llevaba medias blancas hasta un poco más abajo de las rodillas y unos delicados zapatos negros.
Su pelo estaba suelto y llevana una vincha de un marrón más claro con un adorno de osito.Luego de desayunar, tomó sus cosas y partió a su colegio.
Ella ya iba sola, había aprendido el camino de memoria, y sus oídos estaban siempre atentos.
Bueno, la verdad es que su madre no quería porque habían muchos peligros, pero en ocaciones le era imposible llevarla, entonces, en esos casos le permitió a su hija ir sola.Pero ese día estaba muy distraída, no es una buena idea cuando estás por cruzar la calle.
Sus oídos le fallaron y cruzó la calle al mismo tiempo que un auto fuera de control.
Pero entonces sintió cómo alguien tomó su mano y la jaló hacia hacia su pecho.
La idea principal de Sana era sorprenderla y acompañarla al colegio, pero no se imaginó tal desesperante escena.
La abrazó tan fuerte como pudo.
-No vuelvas a asustarme así, bonitos ojos.
(...)
Cuando ambas llegaron al colegio, se despidieron y cada una fue a su clase.
Dahyun recordaba el episodio vivido hace unos minutos y se regañó si misma, aunque a su vez se sentía en una película romántica.
De pronto escuchó la voz de aquel muchacho que siempre hacía comentarios y bromas sobre sus ojos y discapacidad visual.
Ella se convencía de que pensaba que él era un engreído, porque es que lo era. Un engreído que le hizo pensar cosas terriblemente negativas sobre si misma durante tantos años.
Pero ya no más, ahora tenía a Minatozaki, quien la valoraba y cuidaba. Y ahora, también se tenía a sí misma, era tan lindo estar bien, que ya no quería que dependiera de alguien más.
-Dicen que los ojos no mienten, pero los tuyos no dicen nada de lo feos y extraños que son.
Kim tomó aire.
-¿Y a mí eso me importa? Con tal; a vos no te quiero decir nada.
El timbre del recreo sonó y ella salía con una sonrisa porque por fin le respondió y lo dejó callado. No sintió ganas de llorar ni enojo. No tenía tiempo para escuchar a alguien que solo quiere hacer sentir mal para sentirme mejor.
Cuando llegó al patio algo la dejó atónita.