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Prólogo

Otro día más en este maldito pueblo, en esta maldita casa con esta maldita familia. Otro maldito y aburrido día de mi vida aquí como siempre.

Me presento, me llamo Louis Tomlinson, tengo 17 años y por si no os habíais dado cuenta soy un omega, sí, un maldito omega y encima chico no podría ser mejor la cosa. No sabría cómo describir mi triste vida, por decirlo de alguna manera. Somos 3 hermanos, de los cuales mis dos hermanas pequeñas, Lottie es un alfa y Fizzy es una beta, supongo que habréis adivinado quien es la favorita de la casa, si esa es, Lottie. Ella y yo nos llevamos 2 años y la verdad es que no la culpo ni mucho menos por ser alfa, lo único que pasa es que cuando eres un omega y chico las cosas son diferentes tanto para ti como para tu familia. Mi madre Jay era la persona que más amaba en este mundo, era la mejor madre que alguien podría desear, o eso pensaba hasta hace un año, os explico, el primer celo suele ser entre los 13 y 14 años si se trata de un alfa, si se trata de un beta o de un omega nuestro celo llega a los 15 o 16, y a partir de ese celo tu vida cambia para siempre ya que un omega no es nada en la sociedad, es un objeto del cual puedes abusar y puedes cogerlo y usarlo sin su permiso, un trozo de carne que solo sirve para crear cachorros. No, no es la definición que te dan en cualquier sitio, en la escuela o en casa, te dan una realidad paralela a la que es.

Como ya he dicho mi madre era la persona más increíble que había conocido jamás, era atenta, cariñosa y me amaba con su vida, hasta que ese fatídico día llegó, el día de mi celo. Siempre lo supe desde un principio, no era como los demás, era un niño delgado, con muchas curvas y muy sensible, con un carácter poco común al que suelen tener los alfas ya que ellos son más agresivos, más corpulentos y más estúpidos por creerse mejor que los demás. Hasta que no pasas tu celo no sabes que aroma tienes, pero sí que notas si eres alfa, beta u omega ya que los alfas de por sí desprenden un aroma bastante fuerte, los betas simplemente no tienen aroma y los omegas tenemos un aroma más dulce, y ahí estaba yo, oliendo dulce.

Bueno pues mi celo llegó y solo quedaba que fuese beta u omega, por desgracia fui omega. Cuando pasé el celo, que por cierto fueron los tres días más largos y vergonzosos de mi vida, salí de esa habitación y me arrepentí de haberlo hecho ya que el primer golpe llegó, y luego otro y otro hasta que perdí la cuenta, solo sé que acabé con el labio roto y un ojo morado solo en mi habitación, hecho un ovillo preguntándome que había hecho para merecer esta mierda pero lo que no sabía es que la pesadilla solo acababa de empezar.