La invitada debe jugar

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Aquella "visita guiada" por la fortaleza, había sido no solo larga y tediosa, sino que también inútil. Por increíble que parezca, había acabado más desorientada que al inicio y lo único que Lucy tenía claro es que los aposentos de Zeref se encontraban en el ala oeste, como se llegaba ahí es un misterio, aunque tampoco tenía mucha importancia, no tenía permitido acercarse de todas formas... Era la única zona restringida, a parte de los dormitorios de los doce, situados en la cara norte (a los cuales tampoco sabía como llegar), que aunque no había una prohibición clara, se mantendría lo más lejos posible de esa zona por su propio bien.

Su acompañante durante el recorrido había sido la misma sirvienta que la había guiado a su habitación. Se había presentado como Eira y aparentemente sería su mucama personal durante su estadía en el imperio. Eira mantenía un porte formal de forma continua y solo hablaba cuando era estrictamente necesario. Lo único que pareció mostrar por Lucy era indiferencia. No le importaba en lo más mínimo que fuera de otro país o lo que sucediera con ella al final del día. Las ordenes que le habían dado eran atenderla hasta que dejara de ser necesario, y eso haría.

Lucy no confiaba en ella. En ese lugar no confiaba en nadie, excluyendo a sus espíritus, obviamente. No había un solo aliado en esas tierras hostiles, todos esperaban que cumpliera con lo que sea que Zeref tuviera planeado y entonces, aunque el mago oscuro lo negara, lo más probable es que fuera desechada. La realidad era difícil de digerir. Se encontraba sola, otra vez. Ese año había añorado a sus amigos y familia como nunca, aun así, lo había superado. Pensaba que esa experiencia haría esta misión, si se le podía llamar así, más llevadera. Se equivocaba. Era exactamente lo mismo, excepto por la invisible espada de Dámocles que la amenazaba las veinticuatro horas. Una espada que si no tenía cuidado se acabaría clavando. El peligro constante y el estrés que eso conllevaba era lo que realmente le drenaba energía, y eso, hacía de ese viaje, una autentica tortura psicológica.

Aquel día, la cena había sido mucho más tranquila de lo esperado. Agradecía que la hubiesen dejado a su aire y pudiera disfrutar de aquel banquete ella sola. Natsu y Happy lo hubiesen disfrutado mucho. Le habían servido más platos de los que era capaz de contar, y todos y cada uno de ellos era delicioso, lamentablemente, Lucy no tenía un estomago tan grande. Antes de retirarse a su habitación, pidió que la próxima vez no prepararan tanta comida. Le sabía mal que se desperdiciara.

No podía dormir. Su cuerpo se sentía pesado al igual que sus parpados, pero aun así, no podía dormir. Extrañaba su hogar. No podía dejar de pensar en ellos. 

Abrió la ventana, no hacía frío, Vistarion era una ciudad cálida en aquella época del año. El jardín estaba tenuamente alumbrado. Lucy lo ignoró y posó toda su atención en el cielo estrellado, buscando las constelaciones de sus amigos. Eran las mismas estrellas que veía en Fiore. Las mismas que vería su familia si allí fuera de noche. No se sentía tan lejos de casa cuando las miraba.

Lucy agarró una de sus llaves plateadas e invocó a Plue. El Nicola era suave y esponjoso, perfecto para abrazarlo mientras intentaba caer en los brazos de Morfeo.

***

Aunque no había prisa, Lucy se vistió y desayunó lo más rápido que pudo. Sabía que estar ansiosa e intranquila iba a ser algo característico de su estancia, mas no por eso tenía intención de resignarse. Su propia ignorancia era uno de los orígenes de esas emociones y eso si era algo que podía remediar. Necesitaba información. Lo único que sabía de Álvarez era que era un imperio muy grande gobernado por Zeref y doce lunáticos que lo seguían ciegamente y eso no era suficiente. Lucy no podía basar su estrategia de supervivencia y negociación en esos mínimos conocimientos y los datos de dudosa veracidad que poco a poco le proporcionaría su querido anfitrión.

Invitada (Zerlu) [Fairy Tail]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora