La invitada es una...¿amiga?

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Los pájaros cantaban en aquella tarde soleada. La luz se colaba con gracia por los ventanales de palacio y se podía oír tenuemente una melodía de música clásica que provenía de alguna de las incontables salas de ese lugar. Era un momento tranquilo y alegre, e incluso me atrevería a decir idílico, si Lucy no hubiera pateado a Zeref unas horas atrás. Aunque debía admitir que en el fondo lo había disfrutado. Estaba segura de que eso formaba parte de esa pequeña cosita llamada karma. Todo esto podría haberse evitado si él no hubiera decidido poner a su gremio entre la espada y la pared, ahora que se aguante.

Con palmas sudorosas Lucy se encontraba frente a la puerta que daba al despacho de aquel enigmático hombre. Picar o no picar, esa era la cuestión.  Invel había mencionado que el emperador parecía enojado cuando lo había visto marchar.
Así que sinceramente hablar con Zeref no era algo que tuviera muchas ganas de hacer en ese momento, de hecho en ninguno realmente. Lucy nunca quería hablar con Zeref, pero era necesario.

Suspiró y finalmente dio un par de golpecitos en la puerta.

— Majestad me gustaría hablar con usted.

— Adelante —respondió Zeref sentado en su sillón de terciopelo. La montaña de papeles de su escritorio no parecía desvanecerse jamás sin importar cuantas hojas tirara a la basura o firmara de mala manera.

Lucy entró desganada pensando en lo esponjosa y acogedora era la inmensa cama de su habitación. Con un poco de suerte pronto podría volver y disfrutar del aroma de fresa que Eira esparcía cada vez que ordenaba la sala.

— Antes que nada, me disculpo por mi rudeza anteriormente.

— Perdón por entrar sin avisar —Zeref apartó la mirada—, no esperaba que estuvieras... bueno, en paños menores.

Lucy aclaró su garganta. No quería hablar del tema. En lo que ella respecta ignoraría que Zeref la había visto semidesnuda.  Enteraría ese hecho en lo más profundo de su memoria y no dejaría que viera la luz del día jamás.

— Venía a explicarle como ha resultado mi visita al mundo celestial —anunció Lucy con un ligero rubor en las mejillas—. Antes que nada. Me gustaría mencionar que no hay atajos para mejorar mi magia y el método que estamos utilizando parece ser el correcto.

— Muy útil la visita entonces.

— Eso no es todo —añadió con el ceño ligeramente fruncido—. Lo segundo que me explicó, y acabé elaborando, fue un hechizo que me inmuniza a su maldición —dijo orgullosa.

Los ojos de Zeref se ensancharon. No podía ser. Sus oídos tenían que estarlo engañando. ¿Significaba que ya no debía preocuparse por matarla? ¿Cómo era eso posible? Los espíritus celestiales no podían tener el poder suficiente para ir en contra de un dios. Era ilógico.

— Eso... es imposible.

— No lo es—afirmó con seguridad—. Y por último, pero no menos importante, es que hay una manera de apaciguar la maldición. En caso de que funcionara, no dejaría de ser inmortal, pero a cambio, no tendría más crisis y no arrebataría la vida.

Apaciguar la maldición. Dejar de arrebatar la vida por allá a donde pase. ¿Podía realmente hacer eso sin morir en el proceso? Anksheram no lo permitiría. No después de tantos siglos. Pero aún así... Si eso realmente era posible... Quizá podría vivir tranquilamente. Una vida modesta, corriente, quizá incluso con alguien a su lado. A lo mejor podría reunirse con Natsu. Aunque eso no era algo a lo que alguien como él pudiera aspirar.

— Eso... Suponiendo que sea verdad —habló con la respiración acelerada—. ¿Por qué preguntarías algo así al rey de los espiritus?

— Por qué no es justo que gente muera a capricho de un dios y tampoco creo que sea justo para usted. No sé que ha hecho exactamente para enfurecer a Anksheram, pero estoy bastante segura, que sucedió antes de que se convirtiera en el mago oscuro.

Invitada (Zerlu) [Fairy Tail]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora